La celebración del orgullo LGBT+ durante el mes de junio tiene su origen en los disturbios de Stonewall, en 1969. ¿Cómo se vivía la sexualidad y la expresión de género en la Argentina de la Guerra Fría?
Agradecemos a Juan Pablo Artinian, profesor en la UTDT, por su colaboración para pensar este artículo.
La Guerra Fría, ese conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética, se descongelaba al acercarse a América Latina. Cuando ocurrió la Revolución Cubana, se desató el pánico en la región latinoamericana, ya que este suceso presentó una latente posibilidad de que ideas revolucionarias comunistas se desparramaran por el territorio. Frente a esta situación, distintos grupos reaccionaron de maneras diferentes. Históricamente, se suele asociar a la derecha con el conservadurismo, y a la izquierda, con el liberalismo, en términos sociales. En la Argentina de la Guerra Fría, sin embargo, esta distinción no fue tan clara. Por un lado, hubo una obvia respuesta de los sectores tradicionalmente conservadores, que veían a estos eventos como una amenaza para los valores cristianos occidentales. Por otro lado, la reacción de la izquierda y los militantes guerrilleros, quienes buscaban replicar el episodio cubano, en algunos aspectos no fue tan progresista como se cree.
Si bien existen diferentes periodizaciones respecto de la Guerra Fría en general, para el caso puntual de Argentina, es útil ubicar dicho conflicto internacional a partir de los años del peronismo, ya que a mediados del siglo XX también se dio en el país una polarización antinómica política. Es importante entender que, Argentina, al igual que el resto del Tercer Mundo, no fue solo un actor pasivo, manipulado por las superpotencias. El lenguaje de la Guerra Fría logró penetrar los discursos políticos argentinos, pero también se vio conjugado con los sucesos y tradiciones propias de la Argentina. Más adelante, durante los años 60’ y 70’, si bien Perón ya no estaba más en el gobierno, la sociedad siguió estando atravesada por la polarización mencionada.
Ahora bien, ¿qué lugar tuvieron la sexualidad y la expresión de género en esta Argentina de la Guerra Fría? Se podría decir que todo comenzó con la subrevolución sexual: el surgimiento de las píldoras anticonceptivas cuestionó la idea de que la sexualidad estaba exclusivamente vinculada con la reproducción. Este suceso produjo un cambio en torno a las formas de vivir la sexualidad, en parte gracias a la presencia de la contracultura juvenil importada de Estados Unidos, que poco a poco generó el espacio para desafiar las formas tradicionales de la sexualidad.
Este libertinaje sexual comenzó con la aparición de la píldora anticonceptiva, pero no se limitó a la heterosexualidad, sino que incluyó a las demás orientaciones sexuales, sobre todo a las relaciones homosexuales. Esta suerte de descubrimiento de nuevas prácticas sexuales se dio en un momento de masificación del consumo del VHS, lo cual generó que cierta fracción de la sociedad interactuara con películas y contenido cultural donde la novedosa libertad sexual era moneda corriente. Este nuevo nicho iba totalmente en contra de las ideas tradicionales del género y la sexualidad.
Reacciones a la nueva libertad sexual
Así como hubo una cierta ampliación de la libertad sexual, surgieron también reacciones homofóbicas provenientes de diversos sectores de la sociedad. Para los grupos conservadores, no era una novedad ver como ‘correctas’ a las formas tradicionales y cristianas de las parejas heterosexuales. Para ellos, la homosexualidad representaba una amenaza a la seguridad del país, ya que se basaban en el preconcepto de que las orientaciones sexuales más liberales allanarían el camino para las ideas comunistas, tan populares en el contexto de la Guerra Fría. En esta línea, en La larga agonía de la Argentina peronista (1994), Tulio Halperín Donghi señala que la guerrilla en sí no era tan peligrosa para el establishment, sino que la mayor preocupación del sistema era el surgimiento de nuevas dinámicas culturales, que podrían llegar a desestabilizar el marco de normas y valores tradicionales. Una de estas nuevas dinámicas culturales fue la consolidación de la juventud como actor político, la cual fue puesta en la mira durante el Onganiato (1966-1970), porque se decía que amagaba contra los valores occidentales tradicionales que el conservadurismo consideraba la norma. Hombres jóvenes con pelo largo y mujeres con minifaldas veían penalizada su libertad de expresión porque esta era considerada subversiva.
En paralelo, el Estado argentino también reaccionó de manera negativa frente a estas nuevas prácticas sexuales que comenzaron a verse con la revolución cultural de los 60’. Las acciones llevadas a cabo para sofocar el surgimiento de dichas prácticas incluían, por ejemplo, la realización de inspecciones en hoteles para constatar que quienes estuviesen en una misma habitación estuvieran casados; si no lo estaban, eran acusados de adulterio. Este ejemplo nos muestra la visión sumamente conservadora del Estado ante la revolución sexual. Es más, en ese momento, el Estado señalaba a la revolución sexual como antesala del comunismo, bajo la certeza de que la liberación personal iba de la mano de la liberación social. Esta liberación social, a su vez, buscaba romper con las formas más tradicionales del Estado. Esta actitud autoritaria no fue algo exclusivo del régimen militar, sino que también tuvo que ver con la influencia que la Iglesia Católica tenía sobre el Estado argentino.
Uno pensaría que la izquierda estaría más dispuesta que el Estado a aceptar todos estos cambios. Sin embargo, determinados grupos comunistas también fueron homofóbicos. El ejemplo más claro de esto último es Cuba, donde hubo distintos campos de detención y una política de persecución de las minorías sexuales. ¿Cómo se entiende que estos grupos que, a primera vista, parecían ser progresistas, también fueran homofóbicos? Básicamente, para los dirigentes comunistas cubanos, la homosexualidad era una aberración contrarrevolucionaria, producto de la degradación moral desarrollada durante las últimas etapas del capitalismo. Esto demuestra que no se puede considerar a la izquierda como un sector que acepta cualquier tipo de innovación social.
Artinian: "Hay una visión bélica sobre la política. Se piensa a los grupos de la izquierda en términos de la toma del poder a partir de una estrategia 'foquista’".
En el caso argentino, podemos ejemplificar esta visión bélica de la política a partir del comportamiento de los principales grupos guerrilleros: el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y Montoneros. El ERP tenía un documento, Moral y proletarización, que explicitaba cómo debían ser las relaciones entre mujeres y hombres pertenecientes a la organización, para cumplir con la “moral de combate.” Este manifiesto brindaba razones, más prácticas que morales, que justificaban el conservadurismo sexual, porque el ERP entendía que el cambio moral era algo inescindible de la transformación social. Dicha moral revolucionaria estipulaba, por ejemplo, el control de las pasiones con el objetivo de proteger a los miembros del grupo. Dicho de otra manera, si un integrante de la organización había tenido relaciones sexuales con varias personas del grupo, y luego era capturado y torturado por información, era más probable que delatara a varios individuos. Por ello, convenía que los miembros del ERP no fueran promiscuos, sino que fueran íntimos con la menor cantidad de personas posible. Santucho, comandante del ERP, tuvo que dejar a su amante para demostrar que los dirigentes de este grupo revolucionario eran serios y que seguían lo dictado por Moral y proletarización. Adicionalmente, al ser el ERP un grupo que quería seguir el ejemplo de las guerrillas cubanas, chocaba un poco con la práctica de la homosexualidad. La homosexualidad iba en contra de la masculinidad estereotípica que los guerrilleros debían exhibir. De lo contrario, según la ideología cubana al respecto, los guerrilleros serían percibidos como débiles por sus enemigos.
Por otro lado, Montoneros no contó con un documento específico, pero sí tuvo una larga tradición católica. Este componente religioso permaneció entrelazado con varios aspectos promovidos por este grupo, como los valores familiares, las perspectivas sobre el género, y el importante conflicto interno del peronismo. El peronismo basaba su liderazgo político en una alegoría paternal de la visión tradicional de familia; por ello, según esta ideología política, la homosexualidad era descrita como algo externo que amenazaba dicha tradición.
A pesar de todo esto, no debemos perder de vista que las normas que se dictaban en la cúpula de los grupos revolucionarios no siempre eran cumplidas en el día a día por los militantes de base. En el calor de los operativos, sí se daban dinámicas de rotación de parejas, o lo que podemos llamar “amor libre”. Esto ciertamente entraba en conflicto con las ideas sobre la moralidad impuestas por los dirigentes revolucionarios y con el concepto de masculinidad, lo cual es una clara muestra que lo que estaba estipulado por los líderes militantes no siempre se seguía al pie de la letra. Algo importante que se debe destacar es que gran parte de la sociedad civil no pertenecía a los grupos guerrilleros, por lo que vivía la nueva libertad sexual de una manera más indirecta.
Artinian: "No todo el mundo en el pasado de los 60’ era parte de la contracultura, muchas veces tenemos una visión retrospectiva que condena al accionar político diciendo que todos estaban en la política llevada al extremo o que todos eran parte de la cultura".
Surgen nuevas minorías sexuales
Hacia los años 70’, comenzaron a aparecer diferentes frentes de minorías sexuales, como el Frente de Liberación Homosexual. Este fenómeno se inscribió también en la historia transnacional, ya que se relacionó con sucesos de otros países. Por ejemplo, se vio vinculado a los disturbios de Stonewall en Nueva York (1969), que dieron inicio al movimiento homosexual en Estados Unidos, y al Movimiento por la Liberación de las Mujeres, que comenzó a cuestionar el status quo hasta entonces liderado por hombres blancos heterosexuales. Ya en los 80’, Argentina se encontró en un nuevo marco democrático, el alfonsinismo, y en un momento de la Guerra Fría menos activo. Esto coincidió con el brote del SIDA, y generó las condiciones posibles para la reivindicación de las minorías de género y las minorías sexuales.
Desde ya, esto no significó que estas minorías fueran abiertamente aceptadas; incluso hasta fines de los 90’ no existieron espacios públicos donde se pudiera expresar la libertad sexual. Los gobiernos de la transición tuvieron que resolver problemas asociados a la producción y la circulación de contenido que exponía situaciones sexuales que iban en contra de lo tradicionalmente aceptado. Siguieron existiendo límites sobre lo que estaba permitido y prohibido, renovando el rol del control estatal. Lo importante es rastrear la historia de estos movimientos tan presentes en el siglo XXI, aunque hay que hacerlo con precaución: no hay que tratar de averiguar qué movimientos actuales ya existían en el pasado, sino que se deben estudiar estos fenómenos en sus respectivos contextos.
Comments