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Belén Peitti

Amor francés: Sexualidad y amor en la Tercera República Francesa

Tercer puesto de la categoría Ensayo - Concurso de Escritura "Paréntesis Veraniego"

 

¿Qué es el amor?

La filosofía ha estudiado al amor desde sus inicios y lo que primero se debe rescatar es su complejidad conceptual: surgen problemas por la forma en la que afecta a la vida cotidiana moderna, ya sea por los estereotipos que genera o por las decisiones que las personas toman.

Puntualmente, ¿qué pasó con el amor en la Tercera República Francesa? Los años de la Tercera República en Francia (1870-1940) estuvieron caracterizados por un débil equilibrio entre fuerzas políticas en el que ningún gobierno poseyó una mayoría en el Congreso. Dos de los aspectos que más sufrieron los vaivenes de esta turbulencia política fueron el amor y la sexualidad, específicamente en su tratamiento a nivel legal. Anticipándonos al análisis, es pertinente aclarar el porqué del involucramiento estatal y la importancia de los debates legislativos en torno al amor y la sexualidad: la crisis reproductiva que derivó en una disminución de la tasa de natalidad. Lo que nos interesa estudiar es por qué surgió la necesidad de estos actos judiciales y cómo lo vivió la sociedad en general.

Este trabajo partirá de estos interrogantes y buscará estudiarlos desde una mirada filosófica, también con el objetivo de entender los estereotipos que se forman en relación con el amor y la sexualidad en Francia. En primer lugar, se hará mención del aspecto sexual en torno al amor y su aporte a la construcción de normalidades y anormalidades, lo que posteriormente dará pie para las leyes en torno a los matrimonios. Luego, se pasará a analizar al amor en sí y las prácticas que tradicionalmente conlleva. En tercer lugar, se pasará a describir cómo se vive tanto el amor y la sexualidad, distinguiendo entre ellos, observando qué estereotipos sobreviven (sobre los individuos y sobre Francia) y qué prejuicios deben ser desarmados.

Entre el placer y la reproductividad: la sexualidad

Previo a 1870, en Francia ya existían distintos elementos que influenciaban y daban forma a la práctica de la sexualidad, como la creciente conciencia por la higiene personal. Sin embargo, en los comienzos de la Tercera República Francesa aparecieron nuevos conocimientos respecto de la fertilidad y las funciones reproductivas de las personas: los investigadores médicos entendieron la mecánica de la fertilización humana como la unión de los respectivos gametos de cada sexo (Nye, 1994). Estos acontecimientos estimularon el deseo por un conocimiento más preciso de la fertilidad humana en todas las clases sociales y, en general, le dieron vigencia al discurso biomédico en la cultura francesa. No obstante, la creciente tensión entre la represión de la sexualidad "peligrosa" o la difusión de sus formas “sanas y normales”, fue llevada a la cabeza en Francia dada la preocupación por el descenso de la natalidad, que para la década de 1890 se había convertido en una crisis de proporciones nacionales. De esta manera, los sexólogos franceses no quisieron legitimar la sexualidad no heterosexual y no reproductiva, sino patologizarla y limitar la expresión de la sexualidad "normal" a las parejas casadas y amantes. Es por esto que, cuando se examina la literatura médica y prescriptiva escrita sobre el sexo en la Tercera República, se encuentra que estaba impulsada por la lógica del pro-natalismo y el poder de atracción "normal" de la diferencia sexual. Sin embargo, la literatura sexualmente educativa lograba circular igual.

Es posible pensar este proceso de incomunicación a partir de Deleuze (1999), quien entiende que el deseo, cualquiera sea su tipo, es lo que produce lo real, por lo que, desde su teoría, el Estado (o quien sea) no debe intervenir en políticas que restrinjan de cualquier forma al deseo, en este caso sexual. Es decir, el autor consideraría que la divulgación de conocimiento sobre fertilidad y anticonceptivos es fundamental para aquellas parejas en busca de placer sexual no reproductivo.

Así como se patologizaba el conocimiento sobre cómo evitar la reproducción al momento de entablar relaciones sexuales, también se trató de anomalía a la homosexualidad. El poder del orden jurídico y el poder del discurso cultural parecían estar alineados en una dirección común: buscaban validar un cierto tipo de sexualidad, una que celebrara el amor heterosexual y lo conectara directamente con la reproducción. Tal como plantea Gamson (2002), los movimientos identitarios pueden funcionar como base de la opresión y como base del poder político. Y es eso lo que se encuentra en la Tercera República Francesa: un estamento social en muy estrecha relación con la política que consolida ese poder a través de la opresión.

Asimismo, Foucault (1995) piensa la sexualidad como un dispositivo construido desde las sociedades occidentales modernas como una analítica del poder. Para el autor, ella no parte de una hipótesis represiva, sino de la proliferación de los discursos sobre las sexualidades polimorfas. Así, las sexualidades son taxonomizadas según los instrumentos de poder. Si bien hay un espacio determinado para la sexualidad, la parte de la sociedad más privilegiada en la Francia de la Tercera República entiende a todos estos dispositivos como elementos que atraviesan en su totalidad a la sexualidad, ya sea penalizando la homosexualidad o prohibiendo la unión en matrimonio de parejas homosexuales.

¿Qué lugar toma el amor romántico?

Como el objetivo final de las políticas de no-difusión de métodos anticonceptivos era que las parejas concibieran para salir de la crisis de natalidad, las relaciones sexuales solo en búsqueda del placer y fuera del matrimonio no estaban bien vistas. Para instaurar esta práctica como lo más negativo posible, se avanzó sobre la percepción del matrimonio, haciendo que la unión de individuos sea vista como la máxima expresión del amor romántico y, en consecuencia, sea el deseo más idealizado. No obstante, desde ese entonces el matrimonio en sí se convirtió en un dominio cada vez más erotizado.

El culto del amor romántico que comenzó en la Tercera República Francesa, basado en una doctrina de diferencia de sexo que enfatizaba las relaciones fértiles de los hombres y mujeres, fue el principal beneficiario de este discurso. Los estereotipos producidos por esta concepción del amor romántico y la sexualidad comenzaron a formarse en esta época, pero es imprescindible tener en mente que muchas de sus prácticas siguen vigentes en el ideario occidental moderno. Para ilustrar el punto, es significativo el impacto que tienen sobre las mujeres y su relación con el matrimonio. Si bien se puede pensar como primera intuición que hay implicancias para ambos involucrados, en un casamiento heterosexual y binario se encuentran prácticas misóginas, que cosifican a las mujeres específicamente: el paso de depender de su padre a depender de su esposo al caminar por el altar, o utilizar un vestido blanco para realzar la castidad.

Son estos roles de género impuestos los que llevan a Simone de Beauvoir (2016) a entender que las mujeres se han definido a partir y en función de los varones. Y así como socialmente se construye a las mujeres, también se construye a los varones. La diferencia, según la teoría de Beauvoir (2016), es que los mitos son construidos por estos varones y las instituciones que los respaldan con el objetivo de justificar el orden jerarquizado que prevalece. La autora considera que esta dominación detrás del amor, si bien es cambiante, perdura en el tiempo.

Una vez instaurada y consolidada la idea de matrimonio y de no tener relaciones sexuales previas, la preocupación por la progenie resurgió con los debates legislativos sobre el divorcio en la década de 1880. La dubitación al respecto nacía de la incertidumbre sobre si la institución del divorcio interrumpiría los ritmos de nacimiento o si las nuevas uniones plenamente motivadas por el amor serían más fértiles que las cargadas de disgustos (Nye, 1994). Sin embargo, la creciente libertad de casarse (o divorciarse) por amor se vio más que compensada por la erosión gradual durante la Tercera República del libre acceso a la información sobre el control de la natalidad y al creciente número de técnicas para aplicarlo.

Por todo lo presentado en este apartado, hay varias razones para creer que, en el curso de la Tercera República, la vieja tradición que separaba el sexo del amor se derrumbó para dar lugar a una nueva erótica de la conyugalidad en la que el matrimonio se convirtió en el lugar real, no simplemente retórico, de la heterosexualidad. Esto derivó en que, por mucho tiempo e inclusive en la actualidad, se haya excluido de distintos espacios a todas aquellas personas que no cumplieran con la norma establecida. Uno de los grupos más excluidos del espacio del amor es la comunidad queer, puesto que no cumple con la descripción de las parejas heterocis. Respecto a esta exclusión, Foucault (2008) explica cómo las herramientas de poder producen las sexualidades y luego las taxonomizan, normalizando o patologizando determinadas conductas sexuales. Frente a esto, se establece que para poder sobrepasar este problema de exclusión del movimiento queer se debe abandonar la teoría binaria de la diferencia sexual y su sesgo heterosexista. Otra opción, presentada por Preciado (2002), sería que la teoría predominante debe considerar una sociedad contrasexual en contra del paradigma heteronormativo vigente.

Orgías de amor: el lugar del Estado en el amor y la sexualidad

Como fue analizado hasta ahora, el Estado asumió un rol en donde intervino tanto en el amor romántico como en la sexualidad de su población, tomando distintas acciones normativas (y prohibitivas) para distinguir la normalidad de la anormalidad.

Es interesante pensar, dentro de un margen liberal, las distintas posturas posibles respecto a la posición del Estado sobre los derechos individuales. De un lado se encuentra Rawls (1997), con una perspectiva de libertad igualitaria, donde es importante que la política sea normativa sobre todo en cuestiones judiciales para garantizar sociedades igualitarias. Si bien distingue distintos tipos de igualdad, básicamente todas hacen referencia a la importancia de la igualdad de oportunidades (proporcionadas por el Estado) para llegar a lo mismo. Del lado opuesto se encuentra Nozick (1998), con la perspectiva de una libertad más extensa. En su teoría, Nozick (1998) estudia cómo construir un Estado sin que se violen los derechos individuales, resolviendo que este Estado debe ser mínimo y limitarse a funcionar como un marco general en donde las utopías individuales puedan desplegarse. Bajo su teoría, las instituciones gubernamentales no deberían intervenir en cuestiones individuales (dentro de las cuales clasifican las reglamentaciones jurídicas en torno al amor) a menos que sea para garantizar justicia. En definitiva, Rawls (1997) defiende una postura más apegada a la libertad positiva, donde el Estado debe intervenir para ayudar con la redistribución de recursos para que todos y todas puedan cumplir su plan de vida, mientras que Nozick (1998) lo entiende como libertad negativa, donde el Estado no tiene lugar porque los derechos naturales son inviolables. A pesar de estas diferencias, la idea de libertad para vivir el amor y la sexualidad es la misma: no restrictiva.

Así, la moralidad constitutiva del liberalismo implicaría tratar a todos como personas libres, independientes y dignas, prescindiendo de cualquier concepción de buena vida, por lo que la neutralidad del Estado sería consecuencia de la igualdad liberal. Esto puede pensarse, en el período de Francia estudiado, como un argumento a favor para la distribución de conocimiento sobre técnicas anticonceptivas y de fertilidad, que solían existir entre las clases sociales más adineradas mientras que no eran tan accesibles para el resto.

Además, el Estado no actuó solo, sino que los profesionales médicos y jurídicos, en sus respectivas capacidades, demostraron a lo largo de este período la más profunda solidaridad con los esfuerzos del Estado por restringir la sexualidad a sus expresiones procreadoras. Foucault (1995) permite pensar a la sexualidad a partir de la producción de normas "naturales" por dichos expertos, y cómo estas asumen formas discursivas que se extienden a través de la sociedad para así regular el comportamiento definiendo los límites de lo concebible. Sin embargo, al negar el poder del Estado para actuar en estas situaciones, Foucault (1995) no aprecia las múltiples formas en que éste colaboró en la construcción y mantenimiento de las normas sexuales, perpetuando las prácticas y mentalidades tradicionales.

En definitiva, desde la mirada liberal hay un consenso respecto a la necesidad de intervención estatal en cuanto a libertades, más que nada para asegurar seguridad. Sin embargo, se debate la profundidad de dicha intervención. En el caso de la Tercera República Francesa, el Estado decide intervenir interpretando a su manera lo que significa la libertad, ya que muchas de sus decisiones políticas hoy serían entendidas como restrictivas y más conservadoras. Es interesante, al mismo tiempo, ver cómo la sociedad se encuentra más liberalizada y en busca de una mayor igualdad de conocimiento que su propio gobierno.

Conclusiones

Aunque estudiar la sexualidad y el amor como tales presenta limitaciones, pensarlos desde un marco jurídico-estatal permite entender impactos socioculturales homogéneos (en su mayoría) en momentos puntuales. A partir del análisis llevado a cabo en el presente trabajo es posible llegar a algunas conclusiones importantes. En primer lugar, a nivel general nos ayuda a problematizar cómo prácticas tan tradicionalmente aceptadas en relación con el amor y su demostración influyen en la construcción de roles sociales estereotipados que, si no son matizados, derivan en discriminación y exclusión de quienes no siguen la misma línea.

En segundo lugar, a nivel regional es posible entender cómo algunas presunciones hoy tan conocidas relacionadas con Francia (París como la ciudad del amor, el francés como la lengua de la sensualidad, entre otras) surgieron en este período debido al terremoto político que se trasladó, inevitablemente, a la sociedad y la cultura. La activa curiosidad e interés de los ciudadanos franceses por su sexualidad más allá de funciones reproductivas fue el desencadenante del estereotipo del “francés sensual”, particularmente el idioma. Y dado que se suele asociar la sexualidad con el amor, se empezó a pensar en Francia como un Estado romántico. Es importante aclarar que, si bien se trata de Francia como Estado, se suele hablar particularmente de París porque, al ser la capital política y cultural, es el espacio en el cual se desarrollan estos hechos con más profundidad.

Por último, pensar la historia social de la Tercera República en Francia desde una mirada filosófica nos permite evaluar el panorama con una perspectiva más completa y entender que es fundamental estudiar cuestiones tan complejas con un ojo interdisciplinario. De esta forma es posible también analizar los fenómenos de género de la actualidad, aunque en ese caso sería necesario matizar algunas cuestiones respecto de cómo entendemos el amor, la identidad de género y la identidad sexual.

Bibliografía

De Beauvoir, Simone (2016) ​El segundo sexo​, Introducción y Tercera Parte, Buenos Aires: Lumen.

Deleuze, Gilles y Guattari, Félix (1998) ​El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia​, Cap. 1, traducción de Francisco Monge, Barcelona: Paidós.

Deleuze, Gilles (1999) “Post-Scriptum sobre las sociedades de control”, ​Conversaciones,​traducción de José Luis Pardo, Valencia: Pre-Textos.

Dworkin, Ronald (2012) “Liberalismo” y “Por qué los liberales deben preocuparse por la igualdad”, ​Una cuestión de principios​, traducción de Victoria Boschiroli, Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Foucault, Michel (1995) ​Historia de la sexualidad. Tomo I. La voluntad de saber​, traducción de Ulises Guiñazú, México DF: Siglo XXI Editores.

Foucault, Michel (2008) ​Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978- 1979)​, Clases del 10 y 31 de enero de 1979, traducción de Horacio Pons, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Gamson, Joshua (2002) “¿Deben autodestruirse los movimientos identitarios?”, en Merida Jimenez, Rafael (ed.)​Sexualidades transgresoras. Una antología de estudios Queer​, Barcelona: Icaria ed.

Nozick, Robert (1998) ​Anarquía, Estado y utopía​, Primera Parte, Cap. I, II, III, IV, V, Segunda Parte, Cap. VII, Tercera Parte, Cap. X, traducción de Rolando Tamayo, México DF: Fondo de Cultura Económica.

Nozick, Robert (2002) “El zig zag de la política”, ​Meditaciones sobre la vida​, traducción de Carlos Gardini, Barcelona: Gedisa.

Nye, R. A. (1994). Sexuality, Sex Difference and the Cult of Modern Love in the French Third Republic. Historical Reflections/Réflexions Historiques, 57-76.

Preciado, Paul B. (2002) “¿Qué es la contrasexualidad”, ​Manifiesto contrasexual, ​ traducción de Julio Díaz y Carolina Meloni, Barcelona: Anagrama.

Preciado, Paul B. (2008) Testo yonqui,​ Caps. 2 y 12, Madrid: Espasa Calpe​.

Rawls, John (1997) ​Teoría de la Justicia​, Primera Parte. La Teoría, traducción de María Dolores González, México DF: Fondo de Cultura Económica.



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