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LAUTARO CASTILLO

Campaña electoral for export

Actualizado: 17 abr 2021

La Argentina suma un ítem más a la larga lista de exportaciones con renombre internacional. Tango, carne, soja, deporte y ahora estrategias electorales.


POR LAUTARO CASTILLO


Los argentinos fuimos testigos de una novedosa retórica política que en 2015 llevó a Mauricio Macri a la Casa Rosada después de más de una década de gobiernos peronistas. La famosa frase “La Argentina va en camino a ser Venezuela si...”, utilizada en referencia a la cercanía estratégica e ideológica del viejo (y actual) oficialismo al régimen chavista, no tardó en ser capitalizada por Cambiemos en las siguientes dos elecciones. Incluso hasta el día de hoy, con distintos niveles de efectividad. La política internacional irrumpió en el escenario nacional, algo novedoso en la Argentina de las últimas décadas.


El lector, con un atisbo de conocimiento de la actualidad, pensará que la Argentina no fue el único país donde este proceso se vio en acción, ganando elecciones. Cierto. El mismo tema estuvo en campañas de otras partes de la región, como Chile, Uruguay, Brasil e incluso México, pero no antes que en nuestro país. Curiosamente, la cuestión venezolana no se abordó con intensidad en la elección entre Trump y Clinton de 2016. Esto llama la atención si tenemos en cuenta que es común en aquél país que los políticos discutan sobre asuntos internacionales. Pero más importante, esto también deja en evidencia que Venezuela, como concepto, se impulsó primero en América Latina para después adentrarse en los Estados Unidos.


En la Convención Nacional Republicana (TrumpCon es más adecuado) y en varias apariciones de Donald, quien antes que discursos parece que está practicando su rutina de stand-up, surgió repetidas veces el tema Venezuela. Es como si el mismísimo Durán Barba estuviese en su círculo rojo. Fuera del chiste, no es descabellado argumentar que este nuevo caballito de batalla surge de la clásica trifulca del Partido Republicano (de los demócratas, ya no tanto) contra el “socialismo” y sus vertientes. En el otro lado del espectro, tenemos a personajes como Bernie Sanders, quien pretende que el socialismo y sus políticas ya no sean vistas como tabú, al mismo tiempo que se convierte en Neo de Matrix cuando le preguntan sobre Castro o la Unión Soviética.


Es interesante ver cómo una problemática latinoamericana es incorporada como recurso político en las campañas estadounidenses. Pero la realidad es que no deja de ser una progresión natural del discurso republicano desde que el conservadurismo, de la mano de Ronald Reagan, se hizo para siempre con su idiosincrasia. El país caribeño es la más reciente incorporación al célebre listado de exponentes, con Cuba o la “China comunista” como miembros de honor. A estos “enemigos” tan disímiles los une el hecho de que, para el GOP, entran en conflicto directo con los valores del individualismo, la libertad y el sueño americano, lo que sea que esto último signifique.


Nótese cómo Venezuela se volvió el más reciente engranaje en la maquinaria propagandística republicana, el cual viene como anillo al dedo cuando la vemos junto con los otros países ya mencionados, al igual que nuevos oponentes internos. Estos últimos son los flamantes jugadores de los demócratas: Bernie y la “izquierda radical”, con exponentes como Alexandria Ocasio-Cortez y su equipo de congresistas progresistas “The Squad”. No temen autodenominarse como socialistas democráticos, algo nada raro para nosotros, pero ciertamente escandaloso en su arena. Perfectos objetivos a los cuales atacar una y otra vez en la interminable búsqueda republicana de enemigos discursivos: los soviéticos, iraníes, terroristas islámicos, el Eje del Mal, entre muchos.


Con todo lo dicho hasta ahora, se estarán preguntando ¿qué importa Venezuela? Al fin y al cabo, pareciera ser apenas una nota al pie en esta historia.


Es aquí donde toma protagonismo el juego electoral. Con esta nueva arma discursiva, Trump no solo le está hablando a su base de marcada tradición anticomunista. Se está dirigiendo a un electorado que en su mayoría pertenece al Partido Demócrata y conforma el segundo grupo étnico más grande del país: el voto latino. Ahí encontramos a la comunidad cubano-americana, muy presente en el estado de Florida y de marcado sesgo anti-castrista. Hablamos de un pequeño bastión de Trump, pero con este nuevo mensaje él ansía ampliar su llegada al resto de los latinos en todo el país y, con algo de suerte, hacerse con esos codiciados estados “violetas”.


Pongamos ahora el foco en Florida, para explicar qué tiene de especial y por qué querría el Presidente dirigirse en particular a un pequeño número de personas de entre las decenas de millones habilitadas para votar en noviembre. La infame (ojo, en términos electorales) Florida es lo que allá llaman un swing state: un estado cuyos votos electorales van en su totalidad a veces a los Dems, a veces al GOP. Otros ejemplos son Ohio, Wisconsin, Iowa o Pennsylvania, que hace cuatro años se inclinaron en favor de Trump y le dieron la Presidencia holgadamente. Hablamos de votos electorales, porque no es el voto de la ciudadanía el que “cuenta”, sino la predeterminada cantidad de votos electorales que posee cada estado. El candidato que gane ahí, se los lleva todos, aunque gane solo por el voto de un ciudadano.

El Sunshine State es complicado por su historial en las escandalosas elecciones del año 2000. En 2018 se tuvieron que hacer varios recuentos en las elecciones de Gobernador y Senador, entre otros cargos. Esto fue porque la diferencia de votos entre republicanos y demócratas fue menor al 0,5%. Los resultados en la carrera para Senador le terminaron de dar la ventaja al candidato republicano, con una diferencia de 10.033 votos con su contrincante demócrata. De aquí la importancia de este estado y su electorado, donde cada elección es, para algunos, prácticamente tirar la moneda.


En síntesis, vemos que gracias al Colegio Electoral, una institución más vieja que la República Argentina y aún más anticuada, hace que el resultado de una elección no sea determinada estrictamente por las masas, sino por apenas un puñado de votos en los estados que están vacilantes entre uno y otro partido.


Pronto veremos qué tan efectivo resulta el factor Venezuela a la hora de influir en el pensamiento del votante norteamericano. En el caso de Latinoamérica, probó ser exitoso, aunque vimos que no le fue de mucha utilidad a Mauricio Macri para lograr su reelección. Quizás sea mejor no hacer ninguna predicción y quedar después en offside.


 

Sobre el autor


Lautaro Castillo


Crítico sin marco teórico.


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