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  • Rocío Mendelovich

Francisco Corigliano: “El conflicto entre Israel y Palestina está en un punto de estancamiento”.

Actualizado: 10 ago 2021

En un nuevo capítulo de tensión en Medio Oriente, LA CURVA conversó con Francisco Corigliano sobre los entretelones de este enfrentamiento que lleva décadas sin resolverse.

 

La escalada bélica entre Israel y la organización terrorista Hamas en el mes de mayo, junto con las manifestaciones extremistas y los disturbios violentos en ciudades de Israel, vuelve a traer a colación interrogantes acerca de las posibles salidas del conflicto, el rol de la política interna palestina e israelí, la cuestión humanitaria palestina y el posicionamiento de Estados Unidos, China, Rusia y Argentina en la contienda.


Estas son algunas de las cuestiones que discutimos con Francisco Corigliano, Doctor en Historia (UTDT) y Magíster en Relaciones Internacionales (FLACSO/Programa Argentina).


La Curva: ¿Cómo funciona el gobierno en Gaza y Cisjordania?


Corigliano: Hay una situación de gobierno dividido de facto. Mahmoud Abbas, líder de la Autoridad Palestina y del partido palestino Al-Fatah, controla Cisjordania. Hamas, una organización terrorista, tiene implantación político-territorial en Gaza.


LC: ¿Cómo opera la puja de poder político entre Abbas y Hamas en esta nueva escalada del conflicto?


Corigliano: Desde la lógica de Hamas, este ataque significó pasar repentinamente de ser una “organización paria” a posicionarse como el protector de la mezquita de Al-Aqsa en el barrio árabe de Jerusalén, y de la “causa palestina” frente al “colaboracionismo” de Abbas. Como explica el excanciller laborista israelí Shlomo Ben Ami, con este golpe Hamas quebró la estrategia de Abbas de cerrar indefinidamente las elecciones parlamentarias, que de haberse celebrado le hubiesen dado la victoria a Hamas. Con la estrategia de no llamar a las urnas, el jefe de la Autoridad Palestina quería esquivar el inevitable efecto de arrastre de la influencia política de Hamas hacia Cisjordania tras una victoria electoral. Hamas inició el ataque a Israel después de que Abbas cancelara las elecciones legislativas en las que tenía todas las posibilidades de ganar y convertirse en el líder también de Cisjordania además de Gaza, es decir, del conjunto del territorio palestino. Es decir, Hamas le ganó la batalla no al gobierno israelí de Benjamin Netanyahu, sino a la Autoridad Palestina de Mahmoud Abbas. Marginó el liderazgo moribundo de Abbas y se presentó como el único que es capaz de desafiar la ocupación, el único que es el protector de Jerusalén y el único que realmente puede representar a los palestinos.


LC: ¿Ve posible la salida de este conflicto mediante la negociación en este momento?

Corigliano: La fórmula de despliegue de musculatura militar sin cartas diplomáticas en la mano no es sustentable para Israel a mediano y largo plazo por sus efectos negativos para la gobernabilidad de Abbas en Palestina, que es su único interlocutor posible por el momento, porque Hamas gana no dialogando. También hay un efecto contraproducente para los intereses israelíes y su imagen internacional en su inmediato vecindario, en el interior del propio país donde hay una importante presencia de palestinos y judíos árabes además de israelíes, y en el conjunto de la comunidad internacional. Pero creo que, ahora, la salida de la negociación no es posible. Por todas las razones explicadas, considero que estamos en un punto de estancamiento.


LC: ¿Y en un futuro?


Corigliano: Siguiendo a William Zartman y tomando en cuenta otros momentos de la compleja historia del conflicto israelí-árabe palestino, solo cuando se llegue a la fase de estancamiento donde ambas partes estén mutuamente agotadas y necesiten una tregua hurting each other stalemate” se podrá abrir un nuevo ciclo de negociación.


LC: Hace unos días, el Ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, comentó en una entrevista que Israel está en riesgo de entrar en un apartheid duradero si la solución es otra que la de los dos estados. ¿Qué opina sobre estas declaraciones?

Corigliano: Tanto el canciller francés como el presidente Biden hablan de la solución de los dos estados como un cliché políticamente correcto, pero, como explica Ben Ami, no profundizan sobre este escenario.

LC: ¿Es factible la solución de los dos estados?

Corigliano: No es posible cuando Hamas hereda la postura más extrema histórica de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) y le niega a Israel el derecho a existir como estado. No es posible cuando la situación socioeconómica de los palestinos fuera y dentro de los territorios ocupados por Israel tiene un grado de gravedad tal que constituye un caldo de cultivo para el reclutamiento de mártires para la yihad contra Israel, ni cuando las voces que llaman a la prudencia y al diálogo, tanto del lado israelí como del palestino, se ven obstaculizadas por el ataque de Hamas y el lógico endurecimiento del gobierno y la sociedad israelí ante un golpe terrorista. Y no es posible cuando, en la misma Israel, la situación de los judíos árabes (un grupo minoritario en creciente expansión demográfica) y de los palestinos residentes en Israel se ve enormemente deteriorada por este nuevo ciclo de conflicto entre Israel y Hamas, que en realidad está subordinado a una disputa por el control del poder político-territorial en Palestina entre Abbas y Hamas.

LC: Algunos sectores a favor de la liberación palestina afirman que los palestinos ya son ciudadanos de segunda en Israel.

Corigliano: Antes y después de ese paréntesis de la década de 1990, la situación de los palestinos en Israel era y es penosa y es un potencial caldo de cultivo para cuadros terroristas. La situación socioeconómica de los palestinos había mejorado relativamente en la década de 1990 como resultado del proceso de Oslo. Incluso fue el momento en que el conflicto árabe palestino-israelí estuvo más cerca que en ningún otro de ser resuelto, pero los extremistas del lado palestino y del israelí malograron esta oportunidad y el efecto derrame de la mejora relativa tarda en experimentarse en la gente. Los esfuerzos notables de Itzjak Rabin asesinado por un ortodoxo judío en 1995, de Barak y de Shlomo Ben Ami, incluso el de Clinton en Camp David en 2000, se vieron frustrados por los halcones de uno y otro lado en general. En este sentido, Yasser Arafat y Ariel Sharon tuvieron su parte en el boicot del proceso.

LC: ¿Cuál fue el papel de Arafat y Sharon?

Corigliano: Parafraseando a Ben Ami, Arafat mentía en inglés dando a Clinton, Barak y Ben Ami señales de querer negociar y decía la verdad en árabe y llamaba a una segunda intifada, fortaleciendo las voces y gestos de la derecha israelí como la de Sharon. No quiso perder el control de la OLP primero y de la Autoridad Palestina después. Como dice Ben Ami, el guerrillero de la juventud pesó mucho más que el estadista de la madurez a la hora de comprometerse en un proceso de paz genuino con Israel. Por su parte, Sharon visitó provocadoramente la mezquita de Al-Aqsa en 2000, activando incidentes en el barrio árabe de Jerusalén, la reocupación de zonas que Israel había liberado de Cisjordania en nombre del proceso de paz, y la muerte de dicho proceso.

LC: ¿Se podría afirmar que los Acuerdos de Oslo fueron un fracaso absoluto?

Corigliano: Fueron un fracaso, no por sí mismos sino por culpa de los influyentes boicoteadores en su camino.

LC: ¿Qué rol juega Estados Unidos?

Corigliano: Está en una posición particularmente incómoda y delicada. Hasta la década de 1960, los gobiernos norteamericanos no tuvieron una “relación especial” con Israel porque pesaba mucho el lobby petrolero en favor de los vínculos con el mundo árabe. No obstante, Truman reconoció la creación del estado judío por convicciones personales, conveniencias electorales e intereses geopolíticos: si Stalin reconocía a Israel, él también debía hacerlo para no perder presencia en Cercano Oriente. Desde la década de 1960 hasta la actualidad, hay una relación especial entre los gobiernos estadounidense e israelí que ha tenido sus puntos altos los acuerdos de Camp David I, con Carter, y Camp David II, con Clinton; el respaldo de Bush hijo a la guerra contra el terrorismo del Likud en el gobierno israelí y sus puntos bajos. Uno de ellos es el momento actual: Biden quiere impulsar políticas que mejoren la situación socioeconómica de los palestinos, las cuales ya tienen un impacto negativo en la derecha republicana y en el lobby israelí en el Congreso.

LC: ¿Y el de Rusia y China?

Corigliano: Rusia respalda al gobierno sirio de Bashar al-Asad frente a una disidencia múltiple que incluye elementos islámicos, y Siria es un rival de Israel por el control de los Altos de Golán. En el caso chino, su política exterior exhibe mayor convergencia de intereses con Rusia que con los Estados Unidos e Israel.

LC: ¿Cree que Irán se beneficia de este conflicto?

Corigliano: Desde la Revolución islámica de 1979, Irán tiene al shiísmo en el gobierno. Sus rivales regionales son Irak e Israel, y los religiosos son los sunnitas en el gobierno; por ejemplo, en las petromonarquías del Golfo Pérsico. Irán ha buscado exportar el shiísmo: ha respaldado a Hezbollah, grupo terrorista shiíta que intentó crear un Estado embrión en el Líbano en los años 1980, que ha atacado a Israel repetidamente en los 80 y 90, y que es el responsable de los dos principales atentados terroristas ocurridos en la Argentina en los 90: la embajada de Israel y la AMIA. Cualquier conflicto que descoloque a Israel, tanto en términos regionales como de imagen internacional dentro y fuera del Cercano y Medio Oriente, es capital político a favor de Irán. A su vez, Israel e Irán son competidores en materia nuclear estratégica.

LC: ¿Cómo cree que Argentina debería pararse internacionalmente en este contexto de conflicto para servir mejor sus intereses?

Corigliano: Argentina tiene una tradición diplomática de equidistancia frente al conflicto israelí-árabe palestino. Es una postura lógica en función de su lejanía geográfica y del hecho de contar con la segunda comunidad judía de importancia en América después de Estados Unidos y, a la vez, con una numerosísima colectividad árabe. La cuestión es que las posturas de neutralidad o de equidistancia tienen sus límites en casos muy extremos de tensión internacional. Y son límites que tienen que ser tenidos muy en cuenta para países débiles, necesitados de ayuda financiera y, tras el COVID, de vacunas, como es el caso de la Argentina.

LC: ¿Qué opina sobre el comunicado que emitió el Canciller Felipe Solá y sobre el voto a favor de crear una comisión en Naciones Unidas para investigar presuntas violaciones a los Derechos Humanos cometidas por Israel?

Corigliano: El planteo de Solá invoca en lo argumentativo a la tradición diplomática a la que hice referencia. En muchos otros momentos de la historia, Argentina ha criticado políticas de Israel en los Territorios Palestinos Ocupados. En este contexto de enorme vulnerabilidad interna y externa del país, resulta contraproducente votar en la ONU como lo hacen países de claro perfil antiestadounidense en nombre de una autonomía retórica o de la equidistancia. Posturas como estas nos cierran puertas de modo gratuito, en el peor de los casos, o complican innecesariamente negociaciones vitales para nuestros intereses como país. Hay que evaluar el posible impacto que tienen en países de enorme peso relativo como Estados Unidos e Israel estos gestos confusos de política externa que zigzaguean entre acercamientos relativos a poderes occidentales de parte del albertismo y alejamientos de parte del cristinismo. Tenemos que privilegiar un esquema flexible de vinculaciones externas múltiples, pero no podemos hacerlo a cualquier costo.

LC: ¿Qué tan importante cree que son las relaciones Israel-Argentina en el contexto de la pandemia? ¿Podrían impactar en el suministro de vacunas?

Corigliano: Son muy importantes. Lo creía mucho antes del estallido de la pandemia. Espero que no impacten en el suministro de vacunas, pero todos sabemos que este tema tiene un componente de rivalidad geopolítica-geoeconómica innegable en un contexto de competencia recargada entre Estados Unidos, China y Rusia. No hay que confundir autonomía o flexibilidad en las vinculaciones externas con elecciones de política exterior que nos dejan peligrosamente atados al bando de los países autoritarios y cómplices del terrorismo internacional.

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