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  • LARA CERVI, MARÍA FLORENCIA RAIMONDO, JOAQUÍN GARCÍA-VELA Y MALENA RADICELLA

El desmonte en Salta: la contracara del agronegocio

Actualizado: 17 abr. 2021

La deforestación es una actividad exceptuada del parate por la pandemia y amenaza con avanzar sobre el ambiente y las comunidades del norte del país.


POR LARA CERVI, MARÍA FLORENCIA RAIMONDO, JOAQUÍN GARCÍA-VELA Y MALENA RADICELLA


*Este artículo fue parte de un proyecto de concientización de la materia de Cambio Climático como Problema Global, dictada por la prof. Stevenson, que recomendamos ampliamente*


La reducción de los efectos negativos del cambio climático es una de las cosas positivas más comentadas en este contexto de Covid-19. Estas circunstancias se deben a las restrictivas medidas de cuarentena aplicada por una gran parte de los gobiernos, mermando así las actividades económicas más perjudiciales al cambio climático. Sin embargo, esto no quiere decir que durante este periodo no se realicen algunas actividades que contribuyan al problema climático. Uno de esos problemas es la deforestación. Estos desmontes son la causa de hasta una quinta parte de las emisiones de CO2 en el mundo.


Un monitoreo de deforestación en el norte de Argentina que realiza Greenpeace, mediante la comparación de imágenes satelitales, reveló que entre el 15 y el 31 de marzo se desmontaron 2.172 hectáreas, lo que equivale a la pérdida de 128 hectáreas por día. Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace, advirtió: A pesar de la cuarentena, los desmontes no se detienen. Mientras la mayoría de los ciudadanos nos quedamos en casa para frenar al coronavirus, la ambición de algunos empresarios agropecuarios no tiene freno y las topadoras siguen arrasando impunemente nuestros últimos bosques nativos”. En relación a esta denuncia de la reconocida organización, la NASA reveló imágenes satelitales que dan cuenta del salvaje desmonte en el norte argentino.


Las deforestaciones en la región del Gran Chaco implican muchas cosas, pero no una novedad: sólo entre 2010 y 2018 ya se habían deforestado 2.9 millones de hectáreas, según la ONG Guyra Paraguay. La deforestación en esta región, que se extiende a lo largo del norte argentino, Paraguay, parte de Bolivia y de Brasil, suele quedar opacada por su reconocida hermana-en-especie, Amazonia. La razón detrás de los frecuentes desmontes también es de público conocimiento: el avance de la frontera agrícola y ganadera.

Ante el aumento exponencial de la población mundial (que se duplicó entre 1960 y el 2000), la demanda de alimentos y servicios ecosistémicos aumentó significativamente. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), se duplicó la producción de alimentos, creciendo en un 106% el rendimiento por unidad de área. En este sentido, un informe del MIT Press divulgó además que el precio de la tierra agrícola en las provincias con bosques nativos capturaba el efecto de la expansión de la agricultura y las demandas de exportación, donde un aumento del 1% en los precios de la tierra marcaba un aumento del doble en la tasa de deforestación. Los cambios tecnológicos son también otro motivo: la introducción de nuevas tecnologías de siembra directa facilitó los cultivos en áreas caracterizadas por un clima más seco. Y por último, un claro motivo es la deuda externa que tiene el país. Se puede esperar que los programas de alivio de deuda externa puedan tener un impacto sobre la deforestación, previniendo así que la tendencia aumente.


En Argentina, la deforestación está impulsada por el avance no planificado de la frontera agropecuaria y, aunque en menor medida, por el crecimiento urbano. Según un estudio realizado entre 1990 y 2005 citado por la FAO, la expansión de las pasturas y el comercio agricultor son responsables por el 45% y el 43% respectivamente de la deforestación en Argentina. En las provincias de Salta y Chaco, entre otras, los desmontes suelen estar relacionados con la producción ganadera, mientras que en Santiago del Estero y Córdoba la motivación está dada por un aumento en la superficie de los cultivos de soja. Sin embargo, la pérdida de los bosques nativos no es una novedad en América Latina, sino que deviene, en gran parte, de la división internacional del trabajo que tiene fuertes raíces en las economías coloniales. El problema del desmonte en las provincias del norte argentino es resultado del modelo económico productor de materias primas heredado y potenciado tras la colonización. Las instituciones, conflictos de intereses y repetitivas crisis económicas reforzaron esta situación y estancan las discusiones sobre repensar el modelo agrícola en el país.


El modelo del agronegocio actual no es en absoluto un modelo de desarrollo sostenible o sustentable, no sólo por sus consecuencias climáticas, sino también culturales. El desmonte en el Gran Chaco, y la deforestación en general, representan una amenaza tanto para los ecosistemas naturales de la región, como para la neutralidad carbónica del mundo, y aún más directamente para con las comunidades que allí habitan. Por un lado, los bosques resultan claves para mitigar el cambio climático, ya que, a través del proceso de fotosíntesis y de regeneración de materia orgánica, se absorben las emisiones de CO2 y se regula el ciclo hidrológico por la retención del agua de lluvia, respectivamente. A su vez, la deforestación y degradación de los bosques implica que el carbono se libera a la atmósfera a partir de la quema y erosión de los suelos. Un reciente estudio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria reveló que, en una hora, una hectárea con bosque chaqueño absorbe 300 milímetros de agua, mientras que una con pasturas, 100 milímetros, y una con soja, sólo 30 milímetros. Entonces, las inundaciones recurrentes en Argentina se deben, en parte, a la deforestación: se está perdiendo la esponja natural del país.


Por otro lado, los desmontes dificultan la supervivencia de algunas especies de la región. Es el caso de los yaguaretés del Gran Chaco que dependen de territorios muy extensos, por lo que la disminución de los bosques los posicionó al borde de la extinción. En este sentido, la creciente actividad ganadera de los últimos años propició vías de acceso para los cazadores, que aprovecharon los nuevos caminos vehiculares.


Sin embargo, las prácticas del desmonte exceden los efectos climatológicos y de biodiversidad. Los más graves efectos del desmonte recaen en su mayor peso en la población que lo habita. La lógica y narrativa del desarrollo en el país se formó, históricamente desde la colonización, a costa de las comunidades aborígenes e indígenas, cuya conexión con el ambiente trasciende el sustento alimenticio, hacia un plano emocional, histórico y cultural.

En el Gran Chaco se estiman alrededor de nueve pueblos originarios, en su mayoría Wichi y Qom. Hace algunos meses llegaba a los diarios de mayor tirada del país la triste noticia de la muerte de niños de la comunidad a causa de la desnutrición. La relación entre la deforestación y el hambre se adjudica no sólo al desplazamiento de la comunidad a zonas inundables o suelos menos fértiles, sino también la quita, extinción y privatización de los recursos naturales, tal como la falta de acceso el agua potable o alimentos y medicinas que sustentan la vida de la comunidad. Según testimonios locales, el agronegocio empujó a las comunidades a la extrema vulnerabilidad. El médico Rodolfo Franco comentaba en una nota para el medio Infobae la falta de voluntad política para proveer infraestructura que evite el consumo de agua contaminada con agrotóxicos. Este modelo avasalla no solo contra la biodiversidad de la región, sino también en contra los derechos humanos de los pueblos aborígenes, cuya conexión con el ambiente es su modo de vida y mediante ella conectan con su ancestralidad. La deforestación en el Gran Chaco es la prueba más clara de cómo el modelo de negocio proyectado por décadas es perjudicial para la humanidad en general por su contribución enorme al cambio climático, y de manera específica y directa para las comunidades indígenas, cuyos derechos son avasallados continuamente desde hace siglos.

A fin de reanimar la discusión sobre la viabilidad ambiental y social de los modelos actuales de desarrollo históricamente propuestos, a continuación sugerimos links e información de interés para mantener discusiones enfundadas:


 

Sobre los autores

Somos un grupo de alumnos que cursamos "Cambio Climático como Problema Global" con Hayley Stevenson y estamos interesados en abrir la discusión sobre vías de desarrollo sustentable, impulsados por la problemática de la deforestación en Salta y sus implicancias.


De arriba a abajo y de izquierda a derecha: Malena Radicella (Ciencias Sociales), Lara Cervi (Estudios internacionales), Joaquín García-Vela (Economía, Universidad Pompeu Fabra) y Maria Florencia Raimondo (Ciencia política).

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