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Tadeo Klappenbach

Emisión sin inflación: ¿Se puede? La visión monetarista

Actualizado: 17 abr 2021

Un debate histórico que se reanuda en el contexto de una nueva crisis.


Por Tadeo Klappenbach


Dijo Borges en La noche cíclica: “los astros y los hombres vuelven cíclicamente”. En la Argentina también lo hacen discusiones que, en el resto del mundo, parecen haber sido resueltas hace ya varias décadas. Con la paralización casi absoluta de la economía por la cuarentena, y el gobierno emitiendo dinero a tasas muy altas sin inflación (aunque en julio se revirtió dicha tendencia), surge nuevamente la discusión sobre si la inflación es un fenómeno monetario causado por la emisión excesiva de dinero, o si nace de otras causas como la "concentración de mercados" o la "puja distributiva".


La teoría Monetarista es una escuela de pensamiento generalmente atribuida a economistas de la Universidad de Chicago post 1950, aunque, en realidad, sus orígenes se remontan bastante más atrás. En este artículo haré un esfuerzo incesante por no mezclar mi opinión con los argumentos teóricos, e intentaré limitarme a exponer cuáles son las conclusiones sobre la inflación que nos entrega esta teoría. Disclamer: los argumentos presentados son una ultra-simplificación de teorías más complejas con el propósito de exhibir algunos resultados que, aunque parezcan mostrarse con mucha claridad, siguen generando confusión entre algunos economistas.


La Teoría Cuantitativa del Dinero


Esta sección será un poco técnica, pero resulta necesaria para poner en contexto las posteriores conclusiones. La teoría cuantitativa surge de interpretar una identidad matemática sobre la cual hay poca controversia: “la ecuación de intercambio”. En una economía cualquiera, nosotros, los agentes, demandamos dinero para realizar transacciones (comprar comida) y como reserva de valor (ahorrar). El dinero nos facilita la vida: imaginemos a un profesor de física cuántica en la verdulería queriendo intercambiar media hora de clase de Schrödinger por un kilo de mandarinas. Por otro lado, el Banco Central es quien provee la oferta de dinero. En equilibrio, en el largo plazo, se puede derivar de varias maneras que:

P . Y = M . V


donde “P” es el nivel de precios (el IPC), “Y” es el PBI, “V” es la velocidad de circulación del dinero (cuán rápido nos desprendemos del dinero, o, en otras palabras, cuántas transacciones se realizan con un billete) y “M” es la oferta monetaria del Banco Central.

Lo que define al Monetarismo es la interpretación de causalidad de esta identidad matemática. Para esta escuela, “la inflación es un fenómeno monetario que surge de un aumento excesivo de la cantidad de dinero relativo al producto” (Friedman, 1980). Esto se puede ver de manera muy simple en la siguiente ecuación: si el producto “Y” y la velocidad de circulación “V” se mantienen constantes, un aumento en la cantidad de dinero “M” aumentará el nivel de precios “P”. En el largo plazo, según los monetaristas, aumentos sostenidos “excesivos” (en relación al crecimiento del producto) en la cantidad de dinero, llevan a aumentos sostenidos en el nivel de precios, que es lo que conocemos como inflación.

Qué dice y qué no dice el monetarismo


Ahora bien, muy simplificadamente, el Monetarismo sostiene que la inflación es un fenómeno monetario y que, en el largo plazo, los precios se terminan ajustando a la expansión monetaria. Pero el monetarismo no sostiene que la relación entre la emisión monetaria y la inflación sea inmediata, directa y perfectamente lineal. Ningún referente monetarista sostiene que si el Banco Central aumenta la Base Monetaria en 1538,52% hoy, mañana mismo tendremos exactamente 1538,52% de inflación. La economía de un país es un sistema complejo, dinámico y muy variable, resultado de millones de decisiones simultáneas entre individuos y sujeta a muchas rigideces. La literatura sobre los posibles efectos reales positivos de la emisión monetaria en el corto plazo (por ejemplo, una baja del desempleo) es inmensa dentro de la escuela neoclásica, adonde pertenece el Monetarismo. El mismísimo Milton Friedman, en Free to Choose, escrito hace ya cuarenta años, decía: “Lleva tiempo -medido en años, no en meses- para que la inflación se desarrolle; y lleva tiempo para que la inflación se cure”.


Por otro lado, el Monetarismo atribuye la inflación a la expansión excesiva de la cantidad de dinero; pero el Monetarismo no sostiene que emitir, per se, genere inflación. Cuando el producto crece, y el país es más rico, la gente demandará más dinero para facilitar esa mayor cantidad de transacciones que quiere realizar (y a mayor demanda de dinero, menor velocidad de circulación). Si antes compraba 1 kilo de bife de chorizo y ahora quiero comprar 2 kilos, voy a demandar más pesos para ello. Una emisión acorde a este crecimiento del producto no resultaría inflacionaria, porque la demanda de dinero también aumentó. Para el Monetarismo, tanto la oferta (emisión) como la demanda de dinero son igual de relevantes en la determinación del equilibrio y, por ello, la palabra “excesiva” aparece en el icónico lema: “la emisión excesiva de dinero genera inflación”. En relación a esto, un típico contraargumento a la teoría cuantitativa es el de “Estados Unidos emitió mucho en la crisis del 2008 y no tuvo inflación”. Si bien el hecho es verídico, el argumento deja de lado que, a su vez, la demanda de dinero aumentó muchísimo, o, a la inversa, la velocidad de circulación cayó fuertemente:

Esto se relaciona también con dos fenómenos recientes observados en Argentina. Primero, con la gestión de Guido Sandleris (Septiembre 2018 - Diciembre 2019), quien llevó a cabo un régimen de “agregados monetarios” donde, básicamente, se buscaba controlar la oferta monetaria (“M”) para así controlar la inflación. Sin embargo, en los primeros meses de la gestión, la inflación no cedió. Dos puntos que un monetarista alzaría al respecto son, por un lado, que como los precios no responden inmediatamente, uno debe esperar para observar los resultados de la política contractiva. El dato de la inflación mayorista de julio 2019 fue de 0,1%, lo que parecería darle la razón al Monetarismo (esto previo a la victoria de Alberto Fernández el 11 de agosto y la corrida cambiaria, que, en el fondo, fue una caída en la demanda de pesos). Por otro lado, un monetarista también podría criticar que las Leliqs funcionaron como una “promesa de emisión mañana”, ya que el Banco Central necesitaría emitir pesos en el futuro para poder cubrir sus vencimientos de deuda, y no incorporarlas en el control de agregados monetarios -controlando la Base Monetaria, pero no el stock de Leliqs- podría entorpecer el programa de desinflación.


Miremos, entonces, el segundo fenómeno. En los últimos meses, producto de la cuarentena, la gente no pudo realizar muchas transacciones y la velocidad de circulación del dinero cayó abruptamente. Frente a la imperiosa necesidad de proveer asistencia social, y contando con nulo espacio de actuación en política fiscal, el Gobierno debió recurrir a una política monetaria expansiva, aumentando mucho la emisión para financiar los programas de auxilio. ¿Será esta expansión inflacionaria? El Monetarismo haría aquí las siguientes consideraciones. Primero, que la inflación seguramente no ocurrirá de manera instantánea, sino que llevará tiempo. Segundo, que habrá que observar qué ocurre con la demanda de dinero cuando la cuarentena se levante. Si la demanda cae notablemente (subiendo mucho la velocidad de circulación), y el gobierno no absorbe el exceso de oferta emitido estos meses, recién ahí se podrá predecir un aumento de la inflación. Si el Banco Central absorbe el excedente, algo que hizo durante julio utilizando Pases y Leliqs, entonces la emisión habrá sido sólo temporaria y en un período con alta demanda de pesos, por lo que no debería resultar inflacionaria.


Conclusiones


Termino con una reflexión más personal. Aunque nos guste creernos especiales, Argentina se rige según las mismas leyes económicas que el resto del mundo. A partir de la década del 80’, gracias a los avances en la teoría monetaria, la gran mayoría de los Estados pudo solucionar sus problemas con la inflación. Mientras que en 1980 la inflación promedio mundial fue del 13%, en 2019 fue tan sólo 2.3%. En los últimos 10 años, producto de un Estado gigantesco que necesita mayor financiamiento del que puede recolectar mediante impuestos, la Base Monetaria aumentó por sobre 1400%, y los precios aumentaron, con una escalofriante cercanía, 1442%. Buscar las causas de la inflación en factores como “la maldad de los empresarios argentinos”, en vez de en las acciones del gobierno, parece perderse del punto central.


La Economía es una ciencia social todavía muy joven y llena de incertidumbre en sus predicciones, por lo que siempre debemos tomar con pinzas las opiniones de los economistas (especialmente este artículo). Pero los avances tanto teóricos como prácticos en la lucha contra la inflación, que tanto lastima a las clases sociales más bajas, son un hecho real y observable. En vez de seguir experimentando con una sociedad que la padece hace muchísimas décadas, deberíamos empezar a copiar las soluciones que implementaron los países exitosos en controlarla; no contradecirlas.

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