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Maria Josefina R. Estragó

Entrevista a Oliver Kozlov: una mirada a la poesía y la vida del campeón internacional de Slam

Conversamos con el poeta argentino sobre el arte, la poesía, el campeonato y su cotidianidad luego de este gran logro.



Radicado en Corrientes Capital desde hace unos años, Oliver Kozlov se especializa en la poesía oral. Tan solo hace tres meses, fue nombrado campeón del Mundial de Slam, hecho por Twitch y organizado por la Slam World Poetry Organization. Poetas de todo el mundo se enfrentaron en la competencia de poesía oral de la cual Kozlov resultó campeón por votación popular.


—¿De dónde venís?

—La respuesta más concreta es Rosario, pero también vengo de una familia medio disfuncional, de clase baja. Lo particular es que éramos sumamente pobres pero vivíamos en pleno centro de Rosario, por una cuestión de herencia de una casa. Crecí con gente de mucha plata y yo no tenía ni baño, no tenía mis necesidades básicas cubiertas. Y así fue durante prácticamente toda mi vida, en ese sentido fue disfuncional a nivel social: era el pibe gordo y pobre con todos los pibes rubios que tenían la cuota del club al día.


—¿Pudiste conocer muchos lugares por la poesía?

—Sí, fue lo que más me hizo conocer lugares. Yo venía a hacer stand-up, había ido a Buenos Aires y actuado en varios bares ahí. Luego, el primer año que comencé a hacer poesía, viajé a Buenos Aires, a Santa Fe, a Paraná; al siguiente año, a Bariloche, a Chaco, a Corrientes: todo lo que conozco fue gracias a la poesía.


—Entonces, primero hiciste stand-up. ¿Por qué lo elegiste?

—Porque yo venía de hacer videos de YouTube de comedia en el 2012 y justo un chico allá en Rosario comenzó a hacer un ciclo de stand-up. Salí de un show muy decepcionado y dije: “sí, vamos a hacer uno”. Yo tengo esa cosa constante de que, si no me gusta cómo está hecho algo y siento que lo puedo hacer mejor, trato de hacerlo como a mí me gustaría que estuviera hecho. Si es posible, lo voy a hacer.


—¿Cómo terminaste llegando a Corrientes? ¿Hay algo que lo distinga particularmente para que hayas elegido quedarte ahí?

—Primero, llegó porque me divorcié en 2016 y quería que todo terminara bien con mi expareja. Lo ideal era que yo me fuera, ya que ella era mi mánager y yo laburaba en el circuito de stand-up de Rosario, por lo que era inevitable cruzarnos y no quería afectarla a ella de ninguna manera. Sentía que en Corrientes tenía una oportunidad porque había ido y la había pasado bien, había generado un grupo de amigos, así que era el lugar donde podía ir y donde mejor me había sentido. Eso es lo que distinguió a Corrientes del resto de lugares: ahí me sentía en casa.


—¿Cómo empezaste a hacer poesía?

—Con Matt LoCascio teníamos un grupo de stand-up. Buscando formas alternativas, encontramos un video de Se rompió, de la poeta Maña Bugallo, y un texto que hizo en la FILBA 2014 que comenzaba como “yo descubrí lo que era el sexo oral en una esquina de Once a los once años”. Quedamos como “¿qué es esto?”. Bueno, eso era poesía oral, eso era slam y ahí se abrió todo un universo. Hicimos una noche de poesía cómica a la que no fue nadie y nos deprimimos, pero, tiempo después, dije “esto no puede ser así” y me contacté con el organizador de Slam Argentina. Ahí arrancó toda la historia del slam en Rosario y así es como yo arranqué con la poesía en este formato. De todas formas, yo escribía desde los once, aproximadamente, hace más de veinte años, pero la etapa más seria arrancó en 2015.


—¿Cuál creés que es la función del poeta en la sociedad?

Yo tengo una visión muy poco romántica del arte. No creo que el artista vaya a salvar al mundo porque el mundo es muy grande y tiene problemas muy complejos que el arte no puede solucionar per se, pero sí es una herramienta de transformación. La oralidad es una de las formas de transmisión de información y de cultura más antiguas, existe por su carencia de elemento físico. El lenguaje evolucionó al punto que precisó herramientas para comunicar aquello que era difícil de comunicar porque era abstracto, y ahí es de donde surgió la poesía y estas formas de expresión. Entonces, la poesía, y no el poeta, tiene valor social porque puede usarse para transmitir aquello que es abstracto. Puede usarse para comunicar nuestras emociones, que son lo que nos hace más humanos. Siempre pienso en cómo la inteligencia artificial se va a llevar puestas a todas las formas de arte y de trabajo, pero la poesía oral es muy difícil de replicar. Por eso, creo que, en un futuro, la poesía y los poetas serán el último bastión de humanidad que nos va a quedar.


—¿Es revolucionaria la poesía?


La poesía es revolucionaria. Hay algo que yo decía en un stand-up: “cuando uno se burla del rey, el rey es menos rey y no puede hacer nada, porque por más que te corte la cabeza, el chiste ya lo hiciste”. Con la poesía pasa lo mismo: si mi poesía es certera y mi crítica es correcta e interpela a la gente, se vuelve una herramienta social de transformación.


—Hace unos meses, sacaste Peronismo y Flynpaf. Es tu segundo disco de poesía que trata sobre el peronismo, luego de Intenso. ¿Te considerás peronista?

—Sí. Sí, porque mi consideración del peronismo es universal: para mí, el peronismo es la expresión política del ser argentino. Obviamente, tiene muchas cosas buenas, cosas malas, cosas con las que me identifico y cosas de las que estoy en contra. Me considero, más bien, kirchnerista, ya que esta corriente me acercó al peronismo y porque el peronismo tiene la particularidad de la mutación. No me considero un soldado, sino un crítico de mi propia ideología.


—¿Tu caramelo favorito es el Flynn Paff?

—Sí. Más que nada, por una cuestión estética: el diseño del envoltorio casi no ha sido modificado y me recuerda a cuando era niño, en los noventa.


—¿Y por qué elegiste ese nombre para el disco?

—Hay una Santa Trinidad ahí: el peronismo, el Flynn Paff y Cami, que es mi pareja actual. Es ella la niña de la tapa, porque una de las primeras cosas que no tuvimos en común es que a ella no le gustaba el Flynn Paff y yo no entendía cómo. Por otro lado, ella tiene una historia con el peronismo que a mí me ha interpelado mucho desde su deseo de la militancia. Entonces, el título del disco es casi un chiste interno de cosas que me vienen pasando desde la llegada de Cami a mi vida.


—¿Cómo fue el proceso en sí para entrar al Mundial de Slam?

—El mundial anual, el Grand Slam de París, es muy eurocentrista y de difícil acceso para los países que no son europeos. Por esto, el año pasado se empezó a formar el Slam Abya Yala, que es la unión latinoamericana, y después la Slam World Poetry Organization. Finalmente, decidieron armar el slam por Twitch como un primer mundial, teniendo en cuenta la situación de pandemia. Convocaron a campeones nacionales de cada país. Yo había ganado un Slam federal anteriormente, así que de Argentina íbamos a ir Fabio Quintero, Checha Kadener y yo, aunque al final solo participamos Checha y yo.


—¿Cuál fue el mayor desafío?

—Hay un desafío constante, que es lograr que se recuerde que hay gente en el Interior que hace esto. Ese es el principal problema. Además, está la cuestión de género: yo tengo la suerte de ser varón, pero si fuese mujer y del Interior, con la invisibilización que eso significa, el desafío sería doble.


—¿Hay una brecha de género en la poesía, en especial a nivel competitivo?

—Hay muchas mujeres, tanto mujeres cis como mujeres trans y queer, que son súperrepresentativas dentro del slam. Lo que sí, como en toda rama del arte, hay áreas que se tienen que conquistar. Hace poco pregunté “¿qué es lo que te impide hacer poesía oral?” y una de las respuestas fue que el ámbito de la poesía oral está lleno de varones, que no hay lugar en él para las mujeres. La única forma de que eso se dé vuelta es que esos espacios se ganen: a ninguna mujer se le regaló absolutamente nada desde nunca y las victorias para las mujeres fueron logradas por mujeres. Yo soy un varón bisexual y no estoy capacitado para hablar de feminismo, pero sí creo que, dentro del circuito, la representación femenina es algo que se va a lograr mediante la necesidad y el deseo de las mujeres de conquistar ese espacio. Están representadas, pero hay que ver si el resto de la sociedad les da la misma visibilización que a los poetas masculinos.


—¿Cómo te sentiste con el logro en sí?

—Trato de pensarlo poco. Me pasó lo mismo con el primer Slam Federal que gané. Trataba de no pensar que había ganado la competencia, porque fue un domingo y yo al otro día tenía que volver a trabajar en el call center. Hubo un momento, unos días después, en que me cayó la ficha y lo tuve que suprimir. Estamos tan acostumbrados a pensar que el éxito implica un cambio radical en la vida de uno que, cuando encontramos un ejemplo de una vida que casi no se ve modificada por el éxito, esto nos transmite que el éxito no sirve para nada y se nos viene abajo el sistema.


—¿Creés que se puede vivir del arte?

—Creo que vivir del arte implica hacer concesiones. Si uno busca la palabra “poeta” en Google, aparecen personas que ya están muertas. Es la academia la que transmite esa imagen anticuada del poeta: se niega a aceptar que los slammers somos poetas orales porque le arruinaría el negocio cultural. Entonces, como vivir de lo que yo hago es una pelea constante contra el sistema, contra lo que los intelectuales consideran arte, uno tiene que hacer concesiones, tiene que ver qué le puede dar al sistema para que éste le dé plata a cambio. Estamos todes en un sistema; podemos discutir si es moral o inmoral, pero, independientemente de eso, funciona con base a un “vos me das y yo te doy algo a cambio”. Yo estoy dispuesto a hacer ciertas concesiones para poder vivir de esto, pero hay algunas cosas que no puedo sacrificar.


—¿Como cuáles?


—Por ejemplo, no me sentiría bien teniendo una subvención estatal, que me pagaran un sueldo todos los meses a cambio de que yo escribiera poesía. Siento que, en algún momento, el Estado esperaría determinadas producciones mías y yo no quiero estar atado a la voluntad de nadie. Esto es algo que no puedo aceptar.


—¿Te ves haciendo poesía de acá a veinte años?

—Sí. Es la respuesta más concreta que te puedo dar: sí. Hasta el día en que me muera.


Tiene una buena cantidad de proyectos en los que ya está trabajando. Con su equipo tienen videoclips en preproducción y también una serie de videos propios y de otres poetas que ya está casi lista y se lanzará muy pronto. Ha pensado en grabar un disco con sus textos más viejos para mostrárselos al mundo. Además, con sus amigos, Keedshi y Emiliano “Emo” Alegre, planean otro disco de poesía para el 3 de febrero de 2022. Se lo encuentra en las redes como Oliver Kozlov.


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