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María Luciana Cardoso

Idílica Libertad

Segundo puesto de la categoría Ensayo. Concurso de verano "Paréntesis Veraniego"

 

Lo idílico es algo perfecto, utópico, que produce bienestar. Considero no hay mejor palabra para describir a la libertad. Esta, con carácter general, presupone la disposición de una posibilidad de elegir, es la facultad de la persona para actuar a voluntad. Se cree que la primera expresión escrita de este concepto es Ama-gi, una palabra sumeria que expresa la manumisión de los esclavos. Traducida literalmente, significa “retorno a la madre” en la medida que los antiguos esclavos “retornaban a sus madres”. Fue encontrada en un documento de arcilla escrito alrededor del año 2300 a. C. en la ciudad-estado de Lagash. Asimismo, el vocablo libertad proviene del latín libertas, libertatis que significan franqueza, permiso. Quiero hacerte una pregunta: ¿somos libres? Muchas veces escuchamos esa palabra, pero pocas paramos a pensar en todo su significado. La mayoría quizá responde a la pregunta anterior con total convicción de que son libres, ahora, ¿qué tan libres?

Tu cuerpo no lo es, claramente tiene varias limitaciones obvias, la velocidad a la que nos movemos, la imposibilidad de volar o permanecer largos periodos bajo el agua sin ayuda de la tecnología, la debilidad al fuego. Son solo algunas. También es cierto que estamos dominados por contingencias del organismo: hambre, sueño y sed son las más conocidas. Tampoco podemos controlar todas sus partes, o acaso ¿sos capaz de detener voluntariamente tu corazón? ¿De dejar de respirar? Sí, por unos segundos o minutos, pero está demostrado que en un cierto momento tu propio cuerpo te doblegará y obligará a recobrar el aliento. Algo parecido sucede con el pestañeo, la transpiración o la salivación. Y, para finalizar, si acaso seguís creyendo tener el dominio de tu parte corpórea, recordá que ni siquiera eres capaz de decidir cuándo dejará de realizar sus funciones vitales. Es decir, ni tu cuerpo es libre ni vos de controlarlo por completo.

A continuación, tu mente. Muchos creen que sus pensamientos son libres pero esta afirmación es incorrecta. La culpa tiene la función de reconocer los errores y poner en marcha conductas de ajuste y reparación. Nos ayuda a no transgredir ciertas normas y códigos éticos y morales ¿alguna vez experimentaste este sentimiento por tener un pensamiento determinado? Aunque no hayas realizado la acción y nadie sepa qué es lo que visualizaste en tu mente, la culpa cumple su función y nosotros nos arrepentimos solo por pensar. Y así la ética y la moral existentes impiden que nuestras mentes sean libres. Pero eso no es todo. ¿Podes evitar pensar en algo concreto? ¿y si te digo perro verde? Seguramente en tu psique apareció la imagen de uno, aunque lo más factible es que nunca hayas visto algo parecido. Nuestra imaginación es asombrosa, pero no libre. Por último: ¿sos capaz de controlar todo lo que soñás? ¿Podes evitar soñar? Tu inconsciente no permite que controles totalmente tu mente. No sos libre de hacerlo.

Finalmente, nuestras almas, ¿son libres? Existe la posibilidad de que estas sean inexistentes y, como carece de racionabilidad debatir si algo que no existe es o no libre, la discusión seria francamente innecesaria. Pero, ¿qué sucede si las almas son reales? La antropología de Platón sostiene la transmigración del alma. Es decir, la desaparición del cuerpo no significa en absoluto la desaparición de la misma sino todo lo contrario, la muerte es considerada como una liberación. Aunque esta no es eterna, puesto que el espíritu tendrá que volver a renacer en otro cuerpo. En síntesis, el cuerpo es la prisión del alma, entonces esta tampoco goza de libertad.

Algunas religiones, como la católica, y otras corrientes filosóficas afirman que el alma, y por lo tanto el ser humano, posee libre albedrío. Cuando nos encontramos ante varias alternativas y, después de analizarlas más o menos detenidamente según la importancia que les otorguemos, escogemos una, quedamos convencidos de que nuestra decisión ha sido racional, consciente y libre. Tenemos la sensación de que nada ni nadie ha interferido en nuestra elección final. Es lo que llamamos libre albedrío. Teniendo en cuenta esto, ¿poseemos libre albedrío? Los resultados de los experimentos realizados por el Centro Bernstein de Neurociencia Computacional de Berlín, expuestos por John-Dylan Haynes en la revista Nature Neuroscience de mayo de 2008 mostraron que, observando en el escáner de resonancia magnética la actividad cerebral de una persona, los científicos podían predecir cuál sería su próximo movimiento mucho antes de que dicha persona lo decidiera conscientemente. Entre 350 milisegundos y 10 segundos antes, concretamente. Es decir, todas las decisiones las toma nuestro cerebro inconsciente, en función del estado en que se encuentra en el momento de recibir los estímulos que lo mueven a escoger entre varias opciones. Según esto, la impresión del sujeto de haber decidido racional y libremente no es más que una simple ilusión de control y, por lo tanto, el libre albedrío es solo eso, una justificación a posteriori del cerebro para sentir que las decisiones tomadas fueron consientes. Por lo que el alma no tiene relación alguna con esta creencia; Spinoza descarta la teoría del libre albedrio y estima que "la voluntad no puede llamarse causa libre, sino únicamente causa necesaria. Los hombres se equivocan cuando piensan que son libres porque ignoran las causas que les llevan a actuar." (Spinoza, Baruch: 1677. p 87).

Claramente hay muchos posibles fines para nuestra parte incorpórea después de que morimos, según lo que afirman diversas religiones. Algunas siguen a Platón y hablan de la reencarnación, otras aseguran que el espíritu desaparece cuando fallece el cuerpo que la portaba. La gran mayoría profesa sobre lugares a donde se dirige el alma cuando perecemos. El cielo y el infierno, las tierras puras, Tian, Valhalla, entre otros. Inclusive hay las que consideran que esa energía simplemente vagará en el mundo por el resto de la eternidad. Sin embargo, ninguna explica que el ánima es capaz de decidir qué sucederá con ella, todas estas creencias afirman cual será nuestro destino al morir, diferentes unos de otros, pero con una similitud clara, en ninguno somos libres. Así que la libertad, por lo menos para el ser humano, no existe.

La gran mayoría de nosotros habrá asegurado ser libre porque es capaz de decidir, pero lo cierto es que esto no es suficiente. Imaginá que te rodean cuatro paredes, estás preso. Aún encerrado puedes dictaminar sobre muchos factores. Por ejemplo, tienes la posibilidad de bailar, gritar o simplemente sentarte y, si decides recostarte, puedes elegir hacerlo en la esquina izquierda o derecha de tu celda. De esta misma forma podrías deliberar sobre infinidad de cuestiones dentro del reducido espacio que dispones y, aun así, nadie que te viera osaría pensar que sos libre. Nuestra vida, e incluso quizás nuestra muerte, es como una obra que deberemos pintar, podemos escoger que dibujar y hasta los colores que usaremos, pero el marco no lo podemos elegir. Lo más interesante, es que muchas veces lo que nos priva de gozar libertad no son elementos externos o terceros. La mayoría de las personas carga con el peso de una cadena muy fuerte, la inseguridad en ellos mismos. Su desconfianza en lo que pueden hacer o deshacer, junto con el miedo del que pasará y que dirá el resto, los condicionan. Sienten que todo lo que puedan realizar será en vano y, aunque no tengan límites externos, no hacen nada, porque lo que los despoja de la mínima libertad que poseen son ellos mismos.

Y así, mientras escribía las primeras oraciones de éste texto, miré a papá y le pregunté: ¿somos libres? Eran las 4pm, tenía los ojos hinchados del cansancio, estaba yendo a trabajar, sin ganas. Me miró y respondió, rotundamente y con total convicción: sí. Contradictorio. Tan contradictorio como el humano que se dice libre, pero, nuevamente, ¿qué tan libre?


Referencias:

Branden, Nathaniel (1995) Los Seis Pilares de la Autoestima. España: Planeta de Libros.

Dennett, Daniel C. (2000) La Libertad de Acción. España: Editorial Gedisa.

Fromm, Erich (1977) El Miedo a la Libertad. España: Planeta de Libros.

Grube, George Maximiliam Anthony (1973) El Pensamiento de Platón. España: Gredos.

Haynes, Jonh-Dylan (2008, mayo) Revista Nature Neuroscience. Reino Unido: Nature Publishing Group.

Huston, S. (2015). Las Religiones del Mundo. Argentina: Kairós.

Platón (370 a. C.) Fedro.

Polo Blanco, Jorge (2008) Notas en Torno a la Ética de Spinoza. Universidad Complutense de Madrid.

Real Academia Española. [En línea] Disponible en: https://www.rae.es [27/07/2019]

Roger Bartra (2011) Antropología del Cerebro: determinismo y libre albedrío. México: F.C.E.

Rubia, Francisco G. (2007) El Cerebro nos Engaña. España: Planeta de Libros.

Spinoza, Baruch (1677) Ética.



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