LA CURVA se contactó por videollamada con el panelista de Animales Sueltos para charlar sobre la actualidad del periodismo, la pandemia y su trayectoria.
Por Ignacio “Zipi” González
Con sus 37 años, Ignacio Ortelli se impone en una de las mesas más calientes de la televisión argentina. Pero esto es solo simplificar su día a día. Es redactor en la sección Política del diario Clarín. De lunes a viernes, cuando se aproximan las 17 horas, se sienta junto a Nelson Castro para hacer el programa Crónica de una tarde anunciada en Radio Rivadavia. Y no se achica. En él la noticia es normalidad.
Es acreditado en Casa Rosada y lo fue en el Congreso de la Nación. Su trayectoria periodística es extensa. Ahora, cuando una pandemia global paraliza al mundo, él no tiene tiempo para quedarse quieto. Está en el foco.
En estos tiempos tumultuosos, Nacho se tomó un pequeño break para reflexionar acerca de lo que más le apasiona (además de River Plate): periodismo.
—¿Cuál creés que es el valor agregado que el periodista debe imprimirle a la catarata de información que está disponible hoy en la red?
—Cuando arranqué el tema de internet no tenía mucha penetración en el periodismo. Me acuerdo que los periodistas de gráfica veían como un desmérito trabajar en otras plataformas. Se generaba una especie de orgullo. Yo me planteé hacia donde quería apuntar mi carrera. Pese a que soy relativamente joven, no soy un especialista en estas nuevas plataformas. Me tengo que aferrar a algo que no va a cambiar nunca.
—¿Qué sería eso?
—El vínculo del periodista con las fuentes, eso no va a pasar de moda. Para mi ese es nuestro valor agregado. Se plantea la capacidad del periodista para discernir qué es una fake news y de mantener un compromiso con la información. Tal vez, en esta época de vorágine, a muchos les cuesta.
—Se habla de que los periodistas y el periodismo están en crisis: ¿Cómo ves que los medios mainstream están transitando este periodo?
—En el plano político, yo creo que la discusión está resuelta. El periodismo tiene que enfocarse en hacer su trabajo, en ser lo más riguroso posible y en ganar la mayor cantidad de audiencia. No veo que haya un periodismo de guerra. Si existe la crisis, es más por lo económico. La industria no se reconvirtió para poder maximizar los productos. El New York Times, por ejemplo, es un modelo a seguir. Pero en Argentina todavía no está la cultura de pagar por la información en la web. Estamos en una etapa en la que el periodismo intenta a recuperar la credibilidad de la gente.
—El periodismo está cada vez más cuestionado.
—Es saludable que cualquier persona pueda criticar de forma inmediata a través de redes sociales. Antes teníamos que esperar el mail de algún lector que pudiese subsanar errores o dar una mirada alternativa. La audiencia puede enriquecernos. Lógicamente, están aquellos que hacen críticas maliciosa. Ahí es donde hay que saber cortar. Cuando el periodista pierde el vínculo con la gente, con la calle y con lo que le está pasando, de alguna manera, se empieza a apagar.
—¿Creés que en los últimos años el periodismo fue autorreferencial?
—Sí. Por suerte ahora hay un norte. Antes era muy difícil encontrar coincidencias con periodistas de otros medios. Ahora es más sano, hay concordancias y diferencias enriquecedoras. Ahí veo una luz de esperanza para poder pactar normas con respecto a cómo se ejerce la profesión. El periodismo de periodistas no sirve. Esto lo digo desde la autocrítica. A mi me escrachó el vicepresidente Amado Boudou. La verdad, en ese momento, lo que me salió fue defenderme. Ahora no sé si tomaría la misma decisión. Era otro contexto. Dudo que a la gente le interese lo que tenga para decir un periodista.
El escrache del ex vicepresidente Boudou en el programa 678:
La respuesta de Ortelli en TN:
—Hoy estás trabajando en radio, en televisión y en la gráfica. De todos estos formatos, ¿en cuál te sentís como pez en su pecera?
—¿Vos en cuál te sentirías mejor?
—Y, a mi me gusta un poco la cámara...
—Bueno, a mi me pasa algo particular. Los tiempos en la televisión son muy acotados, hay muy poco margen para probar distintas miradas. Está muy limitado al minuto a minuto, al rating. El medio que más disfruto es la gráfica. También es el que más odio. Lo digo en términos jocosos, me requiere un esfuerzo mayor. Pero me hace sentir aferrado a mis normas internas de comportamiento periodístico. Es el más difícil de sostener en el tiempo. Requiere una prueba todos los días. Para los que no hacemos opinión, es bastante fuerte la carga de trabajo.
—¿Cómo es la mesa de Animales Sueltos?
—Es impresionante. Son todos colegas que a uno le gustaría tener en cualquier proyecto. Tenés pluralidad y la capacidad de discernir, pero desde un lugar respetuoso. No se grita ni se agrede. La vorágine de la información es terrible. Te genera una adrenalina especial, porque tenés 5 compañeros y una producción increíble chequeando la misma información que vos. No quiero pecar de adulador, pero es una prueba importante todos los días. Tenés que respaldar siempre lo que decís, porque otro tiene un argumento mejor y corrés el riesgo de quedarte con la frustración de no haberte explicado bien.
—Siendo joven llegaste a estar en esa mesa, nada más ni nada menos: ¿Qué consejo darías al que se está iniciando en la profesión?
—Mirá, empatizo con los periodistas que se esfuerzan. Hay que tener corazón y hambre de gloria. Aunque en algún momento no estés trabajando, si sos buen periodista, seguramente estás pensando qué podés averiguar. Eso no se compra ni se enseña, está en uno. Cuando era pasante, a mis 21 años, todos mis amigos iban a bailar los fines de semana. Yo entraba a trabajar en el diario a las 7 am. Uno sentía ese esfuerzo, pero para mi no había mejor plan, quería vivir de esto. Son pocos los elegidos, los García Márquez que pueden deleitar a la gente con una prosa distinta y aplicarla al periodismo. En cambio, periodistas buenos, que hayan llegado por esforzarse, conozco muchísimos.
—Con toda esta coyuntura de la pandemia: ¿Cuál es el deber del periodismo? ¿Creés que alimenta el pánico en vez de disuadirlo?
—El gran desafío es encontrar un equilibrio entre comunicar lo que las autoridades quieren y, por otro lado, detectar incongruencias. Me acuerdo, por ejemplo, que los dirigentes, empujados por los expertos de salud, salieron a decir que los barbijos no servían para nada. A algunos nos pareció que, siendo que en otros países los usaban, teníamos que preguntar por qué no se hacía acá. La respuesta que recibimos fue que generamos miedo. Pero preguntábamos lo mismo que la gente. Hay que tener más recaudos, pero nunca despegarse de la mirada crítica.
—¿Y si el que se equivoca es el medio?
—Tiene que reconocerlo. Reverso, por ejemplo, fue un mecanismo muy bueno que se utilizó para salvaguardar la integridad de muchos políticos durante la campaña y que luego fue desarticulado. No entiendo por qué. Hay que tener una sensibilidad especial. Hay mucha gente asustada, y otras que no. Esperan que el periodismo o el gobierno se equivoque en algun diagnóstico para decir que no está ocurriendo algo grave, cuando en realidad la situación lo es y merece la mayor responsabilidad de todos.
—Sos fanático hincha de River, ¿extrañás el fútbol?
—No. Soy enfermo de River, tanto que me avergüenza, es algo que no puedo controlar (se ríe). Pero no extraño el fútbol. Hablar de la vuelta del fútbol es algo surrealista cuando estamos contando muertos. Afortunadamente no tantos como en otros países, pero todos los días hay familias que pierden seres queridos. La verdad es que me tiene sin cuidado. Si no tiene que volver por un año, que no vuelva.
Sobre el autor
IGNACIO "ZIPI" GONZÁLEZ
Estudiante de Ciencias Sociales. Art nerd.
Crítica cultural. Me crié a base de Ciencia Ficción y chipá. Bostero línea Juan Román Riquelme. Tengo cosas para decir, por eso escribo.
Contacto
Correo: igna.zipi@gmail.com
Twitter/Instagram: @writtenbyzipi
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