StayhomeTube premium
Por Lucas Roda
Cuarentena, capitalismo, consumismo, deseo y pornografía. Pornhub, conociendo el mercado, primero planta un árbol por cada suscripción. Luego, ahora que estamos en cuarentena, da un mes gratis de premium para que disfrutemos y nos quedemos en casa. Todo esto resuena y converge hacia una pregunta, ¿Estamos inmersxs en la pornografía?
Recorriendo un poco las nuevas incorporaciones a mi feed en Pornhub con esta faceta premium empecé a discutir con mis amigas sobre las categorías del porno, donde terminamos retomando un antiguo debate: ¿La vida imita al arte o el arte imita a la vida? ¿Cuál es el rol que tiene el deseo en la pornografía, lo construye o lo representa?
Uno de los ejes centrales de mi argumento es que la pornografía tiene un rol central en la construcción del civismo contemporáneo. Es decir, esa representación que se observa en la construcción puede rastrearse, históricamente hablando, como parte de una serie de dispositivos que construyeron al ser cívico occidental. Este sujeto, luego del auge de los imperialismos, terminó por universalizarse en conjunto con la globalización (cuasi)completa del acceso a internet. Más específicamente, lo que la sexualidad es para la construcción del género y la materialización de los cuerpos sexuados, la pornografía lo es para la institucionalización del deseo y la extracción de los tabús que permitirían el desarrollo de las sociedades. Por esto no me sorprende que, dentro de un contexto capitalista globalizado, una plataforma que tiene como servicio streamear pornografía se una a las políticas civiles y sociales de una cuarentena. A su vez, tampoco podemos entender a las lógicas del mercado por fuera de la división sexual e internacional del trabajo, que termina por responder a las mismas lógicas del deseo. Qué mecanismos, qué objetos, unx puede obtener para aumentar el capital erótico, el cual, como diría Virgine Despentes en Teoría King Kong (2006), termina traduciéndose en poder material, en existencia social y en reconocimiento de la mujer en lo público.
Teniendo todo esto en mente, lo que nos genera rechazo de las representaciones subalternas del deseo en la pornografía puede deberse a que no pertenecemos a dicho deseo, a que nuestra propia inteligibilidad no está condicionada a ser ese tipo de sujetos deseantes. Un claro ejemplo es el de las representaciones de prácticas incestuosas entre un padre o un padrastro con su hijx. El que no esté cuestionado moralmente lo hace erótico. Esto quiere decir que aquel deseo que termina constituyéndonos como sujetos sociales está más relacionado con el tabú originario, del cual habla Levi Strauss en El Pensamiento Salvaje (1962). El autor establece como fundadora de las sociedades la aparición del tabú del Incesto, es decir, la prohibición del deseo de procrear endogámicamente, obligando a las poblaciones a moverse y buscar pareja de manera exogámica. En otras palabras, nuestra sociabilización heterocispatriarcal termina por capturar a todo deseo sexual y llevarlo al territorio del amor, en términos de reproducción de la especie. O mucho peor, llevarlo al territorio del contrato y del consentimiento.
El consentimiento no puede ser alcanzado o enunciado simplemente como un acto del lenguaje. El consentimiento no es un estadío alcanzable de las relaciones humanas. Fue concebido como un dispositivo más para permitir la hegemonía de los cuerpos capaces, normativos, deseables, sobre todo aquel que podría considerarse precario frente a las relaciones de poder. Si algo podemos obtener del debate Chomsky-Foucault (1971) es cómo la sociedad genera estos mecanismos. Foucault habla de la justicia en términos de efecto. Es decir, el rol que cumple la justicia es el de representar, en forma cuasi teatral, las preexistentes desigualdades que generan las estructuras de poder. Por eso, siguiendo una lectura foucaultiana, se piensa a los ataques que emanan desde las masas oprimidas como respuestas. No como violencia, sino como su breve capacidad de agenciamiento entre tanta coerción física. Por eso, pensar que en la pornografía lo que existe es un problema de consentimiento es darle, a esta poderosa arma, el status de condición necesaria para establecer cualquier relación sexo afectiva. Más específicamente, el problema reside en el cómo. En cómo el sujeto, el sujeto configurado y gestionado por esas estructuras, puede llegar a reconocer al consentimiento si toda su existencia está basada en la dominación.
Tomando algo que plantea muy bien Nancy Bauer en Cómo hacer cosas con pornografía (2019), uno no puede pensar al mundo que se representa en la ficción pornográfica desde afuera, esa operación política busca otorgarle un factor moralizante a lo artístico del hecho en sí. Es decir, cuando unx hace lecturas o analiza las expresiones literarias ficcionarias lo hace con los sistemas y entramados morales que el autor construyó en favor de la pieza. Para hacer sencillo este punto, pensemos en una analogía con la literatura de ficción sobre magia. Uno no cuestiona a la literatura de Harry Potter con los paradigmas de nuestro mundo real, sino que uno compra el entramado de magias, lógicas y sociedades que la autora concibió para hacer funcionar su narrativa. El porno, parafraseando a Bauer, no es nada más ni nada menos que la representación artística de un mundo utópico donde la razón y la moral no entran en la ecuación del deseo. Todo hecho es erótico, todo acto es sexual y toda interacción es para el simple hecho de concebir un orgasmo. Pensar que detrás de esa práctica, de esa performance, hay un proceso de objetivación de las personas es no entender la narrativa de la ficción. Esa es precisamente la idea, y no cumplir con esa instrucción es deshumanizar la capacidad de la literatura de generar sus propios mundos.
Para responder fácilmente a la pregunta de ¿La vida imita al arte o el arte imita a la vida?, el arte representa todo aquello que escapa a las lógicas de nuestra propia sociedad para darle un lugar y construir narrativas posibles. Desautomatiza el pensamiento capturado por las lógicas dominantes en un mundo de centros y periferias, de opresores y oprimidos. Este mundo, en el ámbito de la pornografía, fue acuñado por Bauer como PornoUtopia. En ese sentido el arte y la vida se unifican para dar un respuesta, funciona como una máquina con dos acoples diferenciables, necesarios, para pensar el funcionamiento de nuestras sociedades contemporáneas.
Habiendo dicho todo esto, paso a plantear que podríamos hacer con todo eso. Sería terco negar la icónica frase de Foucault (1976): “decirle que sí al sexo no es decirle que no al poder”. Es real que en las relaciones sexuales, y más específicamente en sus protocolos (todo lo que se realiza durante el acto sexual: lo que se dice, lo que se hace, cómo se hace), se encuentran vastas performatividades que siguen reproduciendo las desigualdades del poder y los roles sociales. Como bien plantea Foucault en Historia de la Sexualidad: Tomo I (1976), las sociedades utilizan a su favor lo que ocurre durante los protocolos sexuales y, mediante ellos, generan dispositivos de disciplinamiento y control de los cuerpos. Se limita su capacidad de acción y se configuran expectativas, algo muy similar a lo que hacen las instituciones. En suma, lo que ocurre durante el acto sexual funciona como un reflejo de nuestras posiciones frente al poder en lo público. En otra palabras, la división de lo público y privado no es más que una operación política buscando invisibilizar las formas en las que se representa y actúa el poder en los espacios más pequeños de sociabilización.
Siguiendo esta postura, en vez de encontrar en la pornografía una institución que funciona para crear subjetividades patriarcales (la famosa frase: el porno es la teoría, la violación es la práctica, de colectivos abolicionistas), encuentro en ella un arma poderosísima frente a las lógicas de captura de dispositivos como la sexualidad o el amor. Dispositivos altamente trans-excluyentes, disciplinadores de las corporalidades disidentes y formadores de subjetividades. Estos generan y gestionan como fin último la reproducción de la especie, incluso en espacios donde la supuesta biología funcionaba como un límite. Espacios dónde en el pasado se utilizaban para evitar la entrada al régimen heterosexual (Wittig, 1978). Hoy se encuentran completamente asimilados por deseos igualitaristas y heterosexualizantes. Hay una captura de la icónica frase “la biología no es destino” (Beauvoir, 1949), ya que en vez de pensar a lo fisiológico, biológico y genotípico como una simple configuración cultural, invitando a repensar su funcionamiento, se vuelve a pensar cómo las nuevas tecnologías y las nuevas lógicas mercantiles pueden solventar esa carencia. Pasamos de un feminismo huelguista de útero a un mundo de vientres subrogados.
Por todo eso, decido pensar al porno en su vertiente posporno. Decido poner el cuerpo en torno a los placeres y observarlo. Observar ese preciso momento, donde mi cuerpo se transforma en sólo placer y mis fantasias son complementadas por material audiovisual. Logrando de a poco (y con mucha práctica performativa) subvertir las lógicas moralistas que coercionan mi posible devenir. Esto último es un concepto que trabaja Judith Butler en El género en disputa (1990): Butler determina que la matriz de inteligibilidad heterosexual, siendo esta la estructura de poder que otorga significados y componentes materiales a los cuerpos dividiéndolos en pares binarios opuestos, es en sí una parodia de sí misma. Para ser más claros, dentro de esta matriz se encuentra la posibilidad de subvertir, de derribar la matriz, ya que en sus inestabilidades es donde se encuentra el núcleo que permitiría desestabilizar el régimen heterosexual. En suma, la misma matriz que busca configurarnos binariamente, en hombres y mujeres naturales, es la misma que nos otorgaría la capacidad de deconstruir estos roles sociales y su implicancia en el cuerpo.
En conclusión, la ficción pornografíca es un medio para un fin. Un fin instaurado en nuestras estructuras sociales y en nuestra propia subjetividad. Como cuando necesito expresar mi llanto pongo una película dramática, como cuando quiero asustarme elijo una de terror, cuando quiero calentarme y tener un orgasmo pongo una buena película porno. Y quizás así, logro amigarme con mi cuerpo, conocerlo, reapropiarme de él y de todas las opresiones que carga encima. Quizás logro emanciparme.
Referencias Bibliográficas:
Despentes, V. (2006) Teoría King Kong. Literatura Random House.
Manada de lobas. (2014). Foucault para encapuchadas. Buenos Aires: Queen Ludd.
Bauer, N. (2015). How to do things with pornography. Cambridge: Harvard University Press.
Foucault, M. (2008). Historia de la sexualidad. Tomo 1: la voluntad del saber. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Foucault, M. Chomsky, N. (1971). Debate Michel Foucault Vs Noam Chomsky, de: https://www.youtube.com/watch?v=gUfAw7hZlSw.
Wittig, M. (1992). El pensamiento heterosexual y otros ensayos.
Beauvoir, S. (1977). El segundo sexo. Buenos Aires: Siglo Veinte.
Butler, J. (2017). El género en disputa. Madrid: Paidós.
Lévi-Strauss, C. (1964). El pensamiento salvaje. México: Fondo de Cultura Económica.
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