Una breve reflexión, que implica a los medios y un poco de filosofía, sobre lo sucedido en el encuentro con Ofelia Fernández en la Universidad Torcuato Di Tella.
POR SOFÍA P. POLITI
El pasado martes 25 de agosto se realizó un encuentro con la legisladora Ofelia Fernández, organizado por el Club de Política de la Universidad Torcuato di Tella. En dicho evento virtual, algunos alumnos (muy cobardemente, gracias al anonimato que permite el Zoom) le faltaron el debido respeto a la legisladora y al moderador, dirigiéndose a ellos con un lenguaje inapropiado para un ámbito universitario.
Juan Grabois escribió un artículo sobre este hecho en PERFIL. Hacia el final de la nota, su autor nos invita a reflexionar sobre la intolerancia dentro de este ámbito educativo y destaca que lo sucedido “no es un hecho aislado: es una actitud constante”. Sin embargo, nosotros podríamos preguntarnos ¿es esto verdaderamente así? ¿Qué tan intolerantes somos en Di Tella?
Karl Popper diría que poco, ya que la comunidad ditelliana es igual a cualquier sociedad democrática.
En 1945, Popper describió por primera vez el fenómeno de “la paradoja de la tolerancia”, la cual declara que si una sociedad es ilimitadamente tolerante finalmente será secuestrada o destruida por los intolerantes. Un ejemplo de ello es lo sucedido con el partido Nazi. De esta forma, concluyó que -y de aquí la paradoja- para mantener una sociedad tolerante, esta tiene que ser intolerante con la intolerancia.
En una democracia hay cierta institucionalidad con normas que, de ser corrompida, llevaría a consecuencias graves. Así, hoy en día un ciudadano (cual sea su afinidad partidaria) no puede prohibir un partido o hasta una expresión como la del “peronismo” solamente porque no concuerda con sus ideas políticas. Al menos no una democracia bien representada, ya que esas son prácticas propias de gobiernos autoritarios.
Posiblemente haya alguno que otro que se indigne por comparar la intolerancia de un gobierno dictatorial con la de un par de mocosos que insultan a Ofelia solo “por que sí” ¿o más bien no será porque es una mujer joven y popular en un puesto de poder? Pero esa es otra discusión.
Sin irnos de tema, sin duda esa puede ser una comparación un poco polémica, pero seguro una que no lo es sería aquella entre la Di Tella y un gobierno democrático. Al igual que en una democracia, la universidad se rige por un conjunto de normas, que delimitan el terreno de lo aceptable y aseguran la pluralidad bajo el umbral del mutuo respeto. Asímismo, la universidad decidió sancionar a quienes se dirigieron al prójimo como no corresponde, violando las normas de ética.
Uno de los pilares de la Di Tella es la pluralidad de ideas y, en la carta de disculpas del rectorado a la legisladora, esto es aclarado contundentemente. Al hacerse cargo del asunto, nuestra universidad no solo afirmó su preocupación por defender este valor institucional, sino que también combatió la intolerancia de un pequeño grupo de cobardes. De esta forma, tanto alumnos como algunos profesores hemos reclamado (sin saberlo) “el derecho a no tolerar la intolerancia” y, gracias a la sanción por parte de nuestras autoridades, estamos ejemplificando la paradoja de Popper.
Dicho esto, es dudosa aquella consideración de Grabois sobre los estudiantes universitarios de Di Tella como miembros de una “élite materialmente rica pero moralmente indigente”, incapaces de respetar las normas de convivencia más elementales. Esta concepción sobre los estudiantes no sólo peca de generalista, ya que se origina de poco conocimiento de quienes estudiaron en Di Tella con menores recursos, sino que además reproduce una imagen equívoca de nuestra comunidad, centrada en cierta intolerancia que no define al colectivo.
Sobre la autora
Sofía Pasqualis Politi
Soy estudiante de Ciencia Política y Gobierno en UTDT, pero me gusta más la historia. Apasionada de los caballos y casi siempre en una nube.
Contacto:
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