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Guillermina Mayorca y Belén Peitti

Las memorias, 45 años después

En el 45° aniversario del último golpe de Estado, el CEDIT y LA CURVA conversaron con Camila Perochena sobre los significados de ayer y hoy que rodean a esta fecha.




Hoy, 24 de marzo, recordamos a los desaparecidos en la última dictadura militar (1976-1983) bajo la consigna de “Memoria por la Verdad y la Justicia”. Pero, ¿cómo llegamos a esa noción de nuestra historia? ¿Significa lo mismo para toda la sociedad? ¿Cómo evolucionó esta memoria hasta el día de hoy?


Estos son algunos de los interrogantes que discutimos con Camila Perochena, Doctora en Historia y Magistrada en Ciencia Política.


La Curva: ¿Por qué se elige el 24 de marzo como fecha para recordar a los desaparecidos en la última dictadura militar argentina?


Perochena: Siempre se puede debatir cuándo se conmemora un acontecimiento, y este debate se inscribe en una lucha por la memoria del pasado. Elegir esta fecha tiene ciertas implicancias porque es la que se conmemoraba durante la dictadura: los militares tenían su propia conmemoración del inicio del golpe todos los 24 de marzo hasta 1980. Eran ceremonias transmitidas por televisión, con un carácter solemne, mediante las cuales la Junta transmitía su versión de los hechos y buscaba justificar la necesidad del golpe. A partir de 1980, el monopolio que las Fuerzas Armadas tienen sobre la versión del pasado se resquebraja y empiezan a tener cada vez más relevancia en el espacio público el discurso y las demandas de los organismos de derechos humanos, con una nueva versión y el reclamo por “memoria, verdad y justicia”. El 24 de marzo se sigue usando como una fecha de conmemoración, pero se le da un nuevo contenido y un nuevo tipo de ritual: ya no se trata de esa ceremonia solemne sino de marchas desde la sociedad civil.


LC: ¿Cómo se construye una memoria que permita al Estado volver a subordinar a las FF. AA.?


Perochena: Hay que diferenciar entre la memoria oficial (desde el gobierno) y las diferentes memorias que se desarrollan desde la sociedad civil y los organismos de derechos humanos. En el período post dictadura no podemos hablar de una memoria, son muchas memorias que están en lucha.


Se podría decir que la primera memoria oficial, icónica, es la del informe de “Nunca Más” en el momento de transición a la democracia, redactado por notables contactados por el gobierno sin tener en cuenta a las Madres de Plaza de Mayo. La versión del pasado que aparece en el “Nunca Más” no es una que haya nacido con el gobierno de Alfonsín sino que, como estudia Hugo Vezzetti, hunde sus raíces más atrás, incluso hasta 1974. Se plantea una visión bipolar de la violencia, conocida como “dos demonios”: dice que en la Argentina previa a la dictadura existía un terror que venía tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda, y que a los delitos de los terroristas las Fuerzas Armadas respondieron con un terror infinitamente peor. Desde antes de la muerte de Perón veníamos con enfrentamientos por parte de los sectores de la izquierda, tanto peronistas como no peronistas, y por parte de los sectores paramilitares del gobierno.


LC: ¿Cómo evoluciona esa memoria?


Perochena: Vamos a tener diferentes momentos. Ese prólogo es revisado en 2006, bajo el gobierno de Kirchner, dando paso a una nueva memoria de la historia reciente. Lo que dice la nueva versión es que no se puede justificar al terrorismo de Estado con la idea de violencias contrapuestas. Critica al prólogo anterior, al que acusa de querer hacer una asimetría que justifique el golpe de Estado. Esta nueva memoria ya no toma a los desaparecidos en la dictadura como víctimas, sino como actores deliberados y conscientes que deben ser pensados como combatientes, recuperando sus tradiciones revolucionarias.


LC: En el medio, la década menemista.


Perochena: Durante el menemismo, la memoria oficial parte de la idea de reconciliación, y para reconciliarse es preciso olvidar aquello que nos dividía en el pasado. ¿Esto significa que durante este tiempo se haya olvidado la dictadura? No, los que sostienen la memoria durante el menemismo son la sociedad civil y los organismos de derechos humanos, sobre todo desde la segunda mitad de los ‘90, cuando se conmemoran los veinte años del golpe y se hacen las declaraciones sobre los vuelos de la muerte.


LC: ¿Cuál fue el lugar de los organismos de derechos humanos?


Perochena: Lo que va a hacer [el caos económico, político y social] es que, en el momento del golpe, éste tenga un apoyo muy generalizado en la sociedad civil, lo que explica su pasividad. Los organismos de derechos humanos fueron clave en este proceso porque fueron los primeros en movilizarse públicamente en un contexto en el cual nadie hablaba. Desde muy temprano, con la creación de Madres de Plaza de Mayo en 1977, hay organismos minoritarios movilizándose y pidiendo la aparición con vida de sus hijos. Fueron sectores que estuvieron muy solos hasta que, recién en 1980-1981, se suman partidos políticos opositores, aunque éstos se enfocan sobre todo en la cuestión económica.


LC: Y cuando se inician los juicios a los militares, ¿cómo se piensan? ¿Qué implicancias tienen y qué debates generan?


Perochena: Hay dos visiones sobre por qué juzgar: en primer lugar, hay una idea retributiva de la justicia, en el sentido de que los militares deben pagar por los delitos que cometieron. En segundo lugar, hay una idea de los juicios como manera de evitar que esos delitos se repitieran a futuro, como elemento para sostener la democracia a futuro. La idea de justicia de los organismos de derechos humanos es más cercana al primer enfoque y la de los asesores de Alfonsín, más a la segunda, manteniendo la igualdad ante la ley como principio fundamental del gobierno democrático.


LC: ¿Cómo jugó en lo internacional ese camino de construcción de memoria que Argentina eligió de manera tan temprana? Considerando que en el resto de los países del continente donde hubo dictadura no hubo juicios a las juntas, al menos de manera tan rápida como en Argentina.


Perochena: Yo diría lo siguiente: lo que jugó a nivel internacional, más que la memoria, fue la cuestión de la justicia. La verdadera innovación de la transición argentina fue llevar a juicio, en el propio país y con la propia justicia doméstica, a los militares responsables del golpe. Esto es lo que impactó más a nivel internacional: dictadores de otros países latinoamericanos pudieron ver por televisión cómo otros dictadores estaban siendo juzgados y enviados a la cárcel. [El caso argentino] se convirtió en un ejemplo. La gran diferencia entre Argentina y otros países fue la derrota de los militares. Las Fuerzas Armadas se desbandaron después de Malvinas: salieron de una derrota militar sin resolver la cuestión económica, con violaciones a los derechos humanos y sin resolver la reorganización institucional. Los militares no solo estaban presionados por su mal desempeño en el gobierno sino también por la movilización de la sociedad civil y los organismos de derechos humanos. Cuando cayeron, las Fuerzas Armadas no podían imponer ni los tiempos ni las condiciones de la transición.


LC: La cuestión económica es recurrente. ¿Cómo se la piensa hoy en relación con el despliegue de políticas represivas y de desaparición?


Perochena: La dictadura tuvo dos objetivos principales en el corto plazo: el plan de reforma económica y el disciplinamiento social. El plan económico fue impulsado por el ministro de economía Martínez de Hoz, mirando las políticas económicas del gobierno de Pinochet en Chile, y se inscribió sobre bases de apertura económica y reforma financiera. Estas políticas no tenían el acuerdo de todos los miembros de las Fuerzas Armadas: la Marina estaba permanentemente criticándolas porque eran sectores más desarrollistas, más nacionalistas. El disciplinamiento social era importante para desarrollarlas, pero yo no creo que el plan represivo fuera para aplicarlas: tenía por objetivo eliminar físicamente a lo que ellos llamaban la “subversión”, es decir, todos aquellos que se opusieran al régimen. Este plan era lo único que mantenía unidos a los militares, el terrorismo de Estado sí era apoyado unánimemente por todas las Fuerzas Armadas. Se suele sostener que la dictadura se hizo para aplicar las políticas económicas neoliberales, pero para mí no solo era un plan económico sino algo mucho más megalómano: ellos creían estar protegiendo a la comunidad occidental cristiana de fuerzas comunistas internacionales. Me parece que creer que solo se trataba de imponer un modelo económico liberal es quedarse corto.


LC: Para terminar: ¿cómo podemos enmarcar la evolución de la lucha por los derechos humanos en la actualidad argentina? ¿Qué opinás sobre lo que está pasando en Formosa?


Perochena: Argentina es un lugar paradigmático en términos de lucha por los derechos humanos. Los organismos y la lucha tienen muchísima tradición, convirtiéndose en un pilar de nuestra convivencia democrática. Si uno piensa a largo plazo, [el respeto por los DD.HH.] es uno de los pocos consensos que logramos mantener desde la transición democrática hasta hoy. Tendríamos que sentirnos orgullosos de que somos una sociedad donde el respeto de los derechos humanos es algo fundamental, una sociedad vigilante de ese respeto. Por eso el caso de Formosa es tan indignante, porque si somos una sociedad que se ve a sí misma y es percibida por otros como un paradigma, es escandaloso el silencio de muchos organismos. Formosa se convierte en una mancha en nuestro historial. Es el gran problema que existe a la hora de ficcionalizar el debate sobre esta cuestión. No por esto creo que los derechos humanos estén perdidos en Argentina, la tradición es suficientemente fuerte para hacerlos respetar, pero también desearía que las voces en relación a las violaciones de derechos humanos sean tan fuertes para el presente como lo son para hablar del pasado reciente.



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