La violencia es la excusa, pero la razón es que la ficción expone y da sentido a la realidad. Una reflexión de lo que la popular saga tiene para decirnos de nosotros mismos.
POR JULIETA NINNO
La distopía nos asusta pero, al mismo tiempo, llena nuestra mente de interrogantes. Como género en el entretenimiento, ya sea de libros, series o películas, este conjunto de historias futuristas donde “todo ha salido mal”, esos “peores escenarios” de nuestra sociedad, tienen mucho poder sobre nosotros. Al fin y al cabo, toda historia es más de lo que parece a simple vista. A través de esta propuesta de imaginar los peores casos del futuro de la humanidad, la distopía critica nuestro mundo, nos advierte sobre el porvenir, manifiesta preocupaciones y nos educa. Y esto fue una parte vital de nuestra historia por décadas. Desde Fahrenheit 451 de Ray Bradbury a 1984 de George Orwell, distintos clásicos han formado parte de nuestra historia “distópica”. La que más conocemos hoy, sin embargo, es contemporánea, y se llama Los Juegos del Hambre, el célebre libro de Suzanne Collins. Seguramente lo conocés.
¿Pero por qué sabemos de Los Juegos del Hambre? ¿Por qué significó tanto para nuestra sociedad? Muchos creen que esta historia se trata de lo siguiente: por un lado, sobre la violencia inherente en nuestra sociedad y, por el otro, sobre cómo nuestra cultura se volvió insensible respecto a esta. Incluso la autora confesó que la idea del libro se le ocurrió mientras hacía zapping en la televisión una tarde: “En un momento, había jóvenes compitiendo por millones de dólares (...) Y luego estaba (…) mirando reportajes de la guerra en Iraq. Y esas dos cosas se conectaron en mi cerebro con sentido.” Solemos pensar en esta novela como una reflexión de la violencia de nuestro mundo. ¡Y eso no es incorrecto! Los Juegos del Hambre fue prohibido en numerosos países por su contenido fuerte o por enviar un “mensaje revolucionario” que podría socavar algunos regímenes de gobierno. Esta es una historia que asusta tanto a audiencias como a aquellos en la cumbre del poder. Sí, este es un relato violento y, sí, pretende que la audiencia se sienta incómoda, porque la ficción indudablemente tiene mucho que decirnos sobre nuestro mundo.
Por lo que nos quedamos con la interpretación más simple de esta obra. Concluimos que el éxito y el terror provocado por Los Juegos del Hambre yace en su contenido violento. Tal vez es hora de buscar otro tipo de explicación. Tal vez esto no es lo que más debería asustarnos de la novela de Suzanne Collins.
No estoy diciendo que esta no sea una historia violenta; ¡por supuesto que lo es! Es “contenido delicado” y merece su respectiva “advertencia de contenido sensible” porque de seguro no es un relato que deberíamos tomarnos a la ligera. ¿Pero es acaso la violencia lo que tanto asusta? ¿Por eso se han censurado sus películas en numerosos países? ¿Por sangre y armas? El siglo XXI contiene violencia en todas sus formas de entretenimiento: desde series con protagonistas despiadados, un amor a los villanos, y videojuegos de soldados. ¿Qué hace diferente a la novela de Collins en un mundo donde la violencia está tan normalizada? Supuestamente, nos informa sobre nuestra propia falta de sensibilidad respecto a este tema, ¿no?
Los Juegos del Hambre habla sobre la violencia porque nosotros queremos que hable de ello. Necesitamos desesperadamente que esta sea una historia que condene los actos violentos y nuestra actitud hacia ellos porque es lo “moralmente” correcto. Va con nuestra ética y con nuestro sentido de supervivencia como “modernidad”. Asimismo, no hacerlo tendría severas implicaciones; ¿quiénes seríamos de otro modo? ¿Cómo mirarnos al espejo por las mañanas? Debemos condenar la violencia sobre la que escribe Collins y hacer de ella la trama.
Sin embargo, el libro en sí nunca habla de algo del estilo. Nos incomoda su carácter agresivo y sangriento, (afortunadamente) nos provoca rechazo, y lo llamamos “una gran distopía” con el propósito de enseñarnos sobre los peligros de un mundo como el que retrata la ficción. La sangre derramada entre páginas de papel se traduce a una lección para la audiencia.
En mi opinión, el tema más escalofriante en Los Juegos del Hambre es la propaganda y su poder. Las mentiras en el entretenimiento que consumimos y en los medios de comunicación se ven reflejadas en lo que la protagonista del libro define como “jugar el juego”, por ejemplo en frases como “es todo un gran espectáculo” o “todo se trata sobre cómo eres percibido por los demás”. Este libro nos da miedo porque el show que retrata podría ser real, y porque existe la posibilidad de que ni siquiera estemos enterados de ello.
Dejemos de lado el escenario violento por un segundo. El show de esta historia resuena en nuestras mentes porque lo vemos todo el tiempo en nuestro mundo. Mentiras, verdades demasiado cuidadosamente formuladas, imágenes selectivas de la realidad, etc. La manipulación de la información es más fácil que nunca antes. Si Los Juegos del Hambre no hubiera sido violento, probablemente jamás habríamos sentido lo que sentimos al leerlo. ¡Es posible que ni nos hubiéramos enterado de lo que quería decirnos! No nos aterra la violencia de esta historia, sino la exposición de ella. Las imágenes, las palabras, los engaños, los espectadores que se entusiasman ante el show… El carácter mediático de todo ello nos descoloca. Tal vez Suzanne Collins no escribió una historia tan aborrecible como nos parece, sino que hizo una crítica del entretenimiento de una manera que dejó sin palabras al mundo. Censuramos historias reales, no historias sangrientas, ¿no? Por eso intentamos condenar Los Juegos del Hambre; no por su violencia, sino por su reflexión de la vida real.
Sobre la autora
Julieta Ninno
Estudiante de Historia. Ávida lectora. Ganadora del Premio Blogger de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2019. Crecí entre tinta y páginas de libros, escribiendo mis propias historias y formando parte de la comunidad lectora online.
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