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  • Emmanuel Coria

Masa Crítica: justicia en dos ruedas


“A esta altura de la historia, ¿habrá un segundo en el que no se pedalee una bicicleta?” Según un informe de Google Maps, la bicicleta fue el medio de transporte que más creció en la cuarentena: en Argentina, los recorridos aumentaron un 83% con respecto a 2019. Esta nota nos invita a conocer a fondo la dinámica de la Masa Crítica, un movimiento pacífico de ciclistas que inunda las calles porteñas.


Es jueves, el reloj marca las 8 de la noche y frente al Obelisco alguien menciona que el clima es soñado. Al paisaje del jardín vertical con las letras BA que decoran la postal porteña se le suma un montón de gente con bicicletas desparramadas entre ellos. Es difícil estimar la concurrencia porque enseguida llegan otros, solos o en grupo, y forman una galería viva del ciclismo. Esperan como si fuera una estación pero el viaje lo dirigen ellos mismos.


En muchas ciudades del mundo, Masa Crítica es un movimiento pacífico de ciclistas que busca difundir los beneficios de esta actividad y promover el uso de la bicicleta, y que funciona como mecanismo de protesta contra la violencia vial. Su objetivo principal es exigir el respeto de los derechos que le corresponden a quienes eligen este medio de transporte sustentable, ecológico y saludable.


El escenario es diverso: hay bicicletas llenas de stickers, playeras, plegables, equipadas con el clásico cajón verde de La Serenísima encima de la rueda trasera, hay bicis viejas, despintadas y con las cubiertas gastadas. También hay nuevas, de las que se notan livianas y con el nombre de la marca en primer plano. Entre los que esperan que comience se distingue a Chapo, que habla con dos policías. Tiene 49 años, una remera del Chapulín Colorado y, con mucha habilidad, sostiene un cigarrillo y una lata de cerveza en la misma mano. Acompañado por el bullicio de la 9 de julio, les cuenta que la Masa Crítica porteña se hace en dos momentos del mes: el primer domingo y las noches de luna llena. Él es una de las personas que, detrás de la cuenta de Instagram @masacriticaba, se encarga de anunciar cada salida y promueve de manera virtual el uso diario de la bicicleta.

Los dos policías escuchan que la reunión de este jueves es especial porque se conmemora que 10 años atrás, el 26 de febrero en Porto Alegre, un automovilista chocó a aproximadamente veinte participantes de la edición brasileña. Por ese motivo y sin importar la distancia geográfica, en Santiago de Chile, Quito, Bogotá, Montevideo y muchas ciudades más, la Masa está esperando que se haga la misma hora para comenzar a pedalear por las víctimas. A esta altura de la historia, ¿habrá un segundo en el que no se pedalee una bicicleta?


Chapo se acerca un megáfono a la boca y saluda a los y las que se acercaron hasta el Centro. Aclara que el movimiento es pacífico y que quien “tenga ganas de joder” evite sumarse a la movida. Hace un par de aclaraciones más, entre ellas detalla el recorrido, pero el murmullo impide la atención plena de todos los ciclistas. La mayoría de las conversaciones son en torno a las bicicletas. “Inflé las gomas al tope y me vine volando”, le dice uno a otro y, cuando el megáfono de Chapo se apaga, un despistado pregunta hacia dónde arrancan. Le responden que creen que hacia Plaza Congreso.


Un grueso del grupo se aleja del Obelisco en dirección a Carlos Pellegrini. Parece un desfile en cámara lenta, pero fluido. Dentro de una de las bicis con cajoncito hay dos perritos haciendo equilibrio. Otra lleva un parlante tamaño valija y es la encargada de musicalizar el paseo. Porque es eso: un paseo en comunidad. Quienes piensen en carrera están equivocados. El ritmo es muy tranquilo, todos están rodeados de otros pedaleantes. Mientras avanzan por la calle hay puños que se chocan y manos que sueltan los manubrios para sostener una cerveza. También, mucha gente confundida que cree que van hacia Avenida del Libertador. Suena Nene Malo y pasa una bicicleta con luces de boliche que decoran el andar. Los círculos de colores que proyecta patinan sobre el asfalto negro mientras las ruedas giran. Pero no todo es bicicleta: hay un patinador que luce su destreza en rollers y despierta el interés de los demás. En una de las primeras esquinas del tramo se escucha decir una palabra que se va a repetir durante toda la noche: “¡tapón!”. Ahí es donde entra en juego una de las claves del movimiento. En sociología se considera masa crítica a la cantidad mínima de personas necesaria para que un fenómeno concreto tenga efecto. En esta masa crítica, se le llama tapón a las bicicletas que frenan el avance automovilístico. Suspenden el pedaleo por unos minutos, se rebelan a la autoridad de los semáforos en verde y permiten que el resto del grupo siga en movimiento, impidiendo el paso de los demás vehículos. Se hace con respeto: algunos eligen mirar a los autos y explicarles que no se demora mucho, mientras que otros les dan la espalda y reciben las gracias de sus compañeros: "¡gracias, tapón!". Hay algunos que se suman a ese bloqueo con ansias: son los nuevos, los que perciben ese instante en que un semáforo cambia del verde al rojo como una pequeña justicia por mano (o ruedas) propia.

Esa es una de las causas por las que pedalea este movimiento: lograr una equidad de derechos entre medios de transporte. Busca que todos entiendan que la clave es convivir más que competir. O, en el peor de los casos, dominar. La masa crítica intenta ser el ejemplo vivo y en movimiento de que no solo gran parte del tránsito de una ciudad puede ser en bicicleta, sino que conviene que así sea. “Menos motor y más amor”, dice Chapo. Además de ser un móvil, la bicicleta se plantea como un estilo de vida y un medio de inclusión. El grupo transfeminista Pedalea como una piba (@pedaleacomounapiba en Instagram) también se hace presente. La intención es sumar visibilidad a las mujeres y colectivos de disidencias sexuales, además de reforzar el repudio hacia la violencia machista desde las dos ruedas. Melanie, que integra el grupo, cuenta que brindan talleres donde enseñan a arreglar y mantener bicicletas, lo que incrementa la independencia de los y las pedaleantes. La bicicleta evita que muchas personas se expongan a situaciones violentas o de abuso que son normales en otros tipos de transporte.


Ahora, la Masa Crítica transita Marcelo T. de Alvear y suena cumbia. La cantidad de participantes varía: a medida que se avanza por las manzanas porteñas se sigue sumando gente. Algunas personas acompañan todo el recorrido y otras, solo un tramo. La gente de a pie desde las ventanas, las veredas o las puertas de los negocios sonríe, filma y saca fotos. Todos comentarán que vieron una marea de bicicletas andando juntas. Si pensamos que por cada bicicleta hay una persona en viaje, se torna indiscutible su eficiencia. Se ahorra mucho espacio en comparación con lo que ocuparían autos y otros motorizados al llevar la misma cantidad de gente.

Si alguna bici sube a la vereda, la Masa, desde la calle, le avisa que por ahí solo circulan los peatones. Si por la calle hay una bicisenda, se pide que se libere el carril que va en dirección contraria. La bicicleta tiene la particularidad de desarrollar reflejos, no solo físicos sino también sociales: en cada semáforo que no logra cortar un tapón, la gente se detiene, chifla y aplaude. Es un ambiente que emana bienestar y alegría. Suena otra cumbia. Todos sonríen, no importa ni se sabe el destino. Importa que están en camino.


“Poné techno, DJ”, dice un ciclista que se acerca al parlante del que maneja la música. Entre ellos pasa una bicicleta reclinada, con el cuerpo casi a 180 grados, que se ve cómoda hasta que llega la instancia de frenar y mantener el equilibrio. Así como está esa bicicleta larga, también está la alta. Al frenar, Alejandro tiene que descender del asiento a un metro y medio de altura que tiene su tall bike construida por él mismo. Como si fuese un drone orgánico, tiene la mejor vista de todo el recorrido.

“Poné techno, DJ”, insiste. Algo que no para de sonar entre la algarabía de la Masa Crítica es una bocina a palanca que uno de los ciclistas lleva anclada a su manubrio. Los ánimos se agrandan por Coronel Díaz cuando el grupo dobla hacia Honduras. Se aproxima una bajada constante y disfrutable. Antes de que eso suceda, otro ciclista se adelanta al grupo y frena en la esquina para fotografiar. Es uno de los que mejor se maneja en velocidad, siempre con su Canon anticipándose al aluvión de bicicletas para dejar registro. En Masa Crítica todos dejan su aporte. Chapo comenta que cualquiera que quiera dar una mano es bienvenido. No hay roles establecidos ni una dinámica prefijada. La idea es disfrutar de pedalear en sinergia, así sean cinco personas o doscientas.


En el envión de la bajada, la gente que está cenando sobre Honduras no puede ignorar el momento y levanta la cabeza de sus platos para ver a las bicicletas en picada. Hay bocinas de autos que se reciben como sinónimo de apoyo. Otras, en señal de reclamo. “¡Dale! Que le sale más caro el viaje”, le grita un taxista desde su ventana al único del tapón que le dirige la mirada. Cuando las bocinas suenan en cantidad y agresivas, aparece un sonido dispuesto a callarlas: la sirena policial. Detrás de toda la Masa hay dos motos que acompañan la caravana. Según Chapo esta vigilancia no está pactada ni es habitual. Supone que a ellos les llega la orden y van detrás protegiendo al grupo, no restringiéndolo.


Bordeando Plaza Italia, Chapo se hace paso entre las bicis al grito de “vamos a Parque Centenario, ¡corran la bola!”. Luego de una hora el recorrido tiene su destino confirmado. Otro destino en mente es Rosario, que durante septiembre va a ser la sede del décimo Foro Mundial de la Bicicleta. En ese evento, surgido a partir del incidente en Porto Alegre, se exponen temáticas que se padecen en conjunto a lo largo de los distintos países. Se hace hincapié en la educación vial, los derechos y obligaciones que se deben cumplir al pedalear. Los casi 300 kilómetros que separan a Capital Federal de Rosario van a ser recorridos por varios de los que ahora están paseando.


Suena música electrónica. Hay muchos cascos entre los ciclistas pero ese número no se acerca a la mayoría. En un video en vivo que luego subirá a @masacriticaba, Chapo cuenta que el uso de casco homologado en la Ciudad es obligatorio pero no hay quien los homologue. Igual, se muestra sorprendido por la concurrencia de cabezas protegidas. Al llegar a Parque Centenario los cascos se sacan, las cadenas paran su recorrido infinito y el silencio le da paso al murmullo y la música. Cerca del skate park se reparten sobre el pasto la mayoría de los que arrancaron desde el Obelisco. Otros siguen su ruta en vez de frenar. La Masa Crítica es un movimiento libre: cada persona puede sumarse o alejarse en el momento que quiera sin asumir un compromiso mayor que el cuidado del otro que circula.


Algunos chequean que sus gomas estén en condiciones, otros destapan una cerveza más o se hidratan con agua. Charlan, se conocen y comparten sus usuarios de Instagram. Si bien el recorrido nunca se hizo a las apuradas, se nota el cansancio en la mayoría. Hay quienes pedalearon durante el día a su trabajo y ahora vuelven a agarrar la bicicleta. Alejandro, el de la tall bike, ayuda a subirse a su bicicleta a un pibe que se animó a pedírsela prestada. Por las sonrisas a su alrededor, hay muchos que también tenían ganas de sentir la altura.


“En 15 volvemos al Obelisco”, dice Chapo mientras camina entre los grupos. A la vuelta la energía es otra. Cerca de las once de la noche disminuye la cantidad de autos y tampoco hay música que anime el tramo. Algunos aprovechan las cercanías y se separan, aunque llega un buen número de participantes al punto de origen. Una vez que repiten la misma postal que sucedió al principio, se sacan una foto grupal y se aplaude por la jornada. “Nos vemos el domingo”, se dicen algunos que saben que habrá luna llena.

Al alejarse de la masa, luego de haber compartido horas en comunidad, la calle se siente más vacía. Se vuelve a escuchar el pedaleo propio y resalta una sensación de vulnerabilidad que hasta ese momento no se sentía. Según un informe de Google Maps realizado en noviembre de 2020, en Argentina los viajes en bicicleta aumentaron un 83% comparados con el año anterior. Al verse interrumpido el acceso al transporte público, la gente eligió moverse por su propio medio. La Masa Crítica no influyó en esta decisión per se, pero mientras el ciclismo se siga visibilizando como una alternativa saludable y alegre para estar en movimiento, el porcentaje seguirá creciendo: una sinergia que, pedal a pedal, logrará mejorar nuestra calidad de vida e incrementar el bienestar del ambiente en el que nos desarrollamos.


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