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  • Catalina Galindez

Mujeres en la academia: una experiencia de vida.


Hice primer grado a los 5 años y nunca más salí de la escuela” Amalia Martini nos conduce al pasado mientras relata su historia sobre cómo fue toparse con la educación como vocación y el camino que tuvo que recorrer para transformarla en su profesión. Nacida en Presidencia Roque Sáenz Peña, una localidad en la provincia del Chaco, Amalia nos comenta no solo acerca de su paso por instituciones como la Universidad Nacional del Nordeste sino también acerca de ciertos obstáculos que tuvo que enfrentar y algunas reflexiones acerca de su paso por la docencia.


Ya jubilada, con 75 años, pudimos conversar con ella acerca de algunas preguntas que surgieron en la Secretaría de Género de la UTDT cuando reflexionamos acerca de las mujeres y su trayectoria en la academia. Ciertamente, Amalia trae a colación no solo su vida como estudiante, sino también su vida como docente en la Universidad Nacional del Nordeste en la ciudad de Resistencia, Chaco. Recibida del Profesorado de Filosofía y Ciencias de la Educación, Martini atravesó diferentes desafíos a lo largo de su vida que la hicieron posicionarse como profesora al frente de un aula universitaria. No obstante, este no fue el único puesto que logró ocupar.


En la década del 70, momentos luego de recibirse del profesorado, se dedicó a formar docentes a través de un proyecto de extensión universitaria en su alma mater. Esta experiencia le permitió no solo ponerse en contacto con la idea de enseñar a otros, sino también poder poner en práctica los conocimientos adquiridos durante su trayectoria universitaria acerca de cómo y a través de qué herramientas se puede enseñar. En 1972, Amalia se paró frente a un aula de un colegio secundario a dictar la materia Educación Democrática. Si bien no ahondamos en cuestiones específicas del programa ni en el extremadamente delicado contexto de nuestro país -pudimos intuir que representó un desafio- la entrevistada planteó que “era una materia controversial”.Continuando con su carrera en el sistema educativo provincial, la ex-docente ocupó diversos cargos en una institución para luego poder terminar accediendo a un concurso que le permitió ser vicedirectora titular de una escuela secundaria de primera categoría.


Con tan solo 30 años había realizado un trayecto impresionante, no solo superándose personalmente sino también sorteando los diferentes obstáculos que impone el sistema administrativo chaqueño. Sin embargo, y a pesar de haber logrado tanto en un período de 5 años, Amalia se vio arrollada por un “entumecimiento profesional”. Algo de su vida profesional no terminaba de satisfacer plenamente sus aspiraciones, “el sistema administrativo, de alguna manera, en el sistema educativo ordena tus acciones y vos te vas ajustando a las demandas que el sistema hace, es decir, vos vas encaminándote no hacía lo que queres sino hacia lo que podes y ubicándote en aquello que te sentís capaz de realizar dentro del sistema educativo” ¿Qué era aquello que ella tanto deseaba? Ciertamente el componente pedagógico estaba presente en su vida, pero faltaba algo más, algo que se da sólo en un ambiente educativo particular: la discusión académica.


Al venir de una familia en la que el debate y la discusión estuvieron siempre presentes en la mesa, el traslado de lo doméstico a lo profesional hacía notar en falta esa interesante manera de intercambiar opiniones. Para ella, la universidad suponía un espacio de circulación de conocimientos disciplinarios que la motivaban a seguir aprendiendo. Esta “adicción al conocimiento”, sumado a la posibilidad de intercambiar visiones sobre una problemática con otros profesionales de la disciplina en cuestión, hicieron para Martini que la Universidad Nacional del Nordeste se presenté ante ella como una nueva oportunidad para fomentar la enriquecedora profundización y adquisición de conocimiento. La oportunidad puntual de poder satisfacer todas sus ambiciones se dio ante un llamado a concurso para la materia Fundamentos Lógicos del Curriculum. Resultó un punto de inflexión no solo porque tuvo la oportunidad de demostrar lo útiles que habían sido las herramientas cultivadas en la experiencia del 72 sino también porque le permitió introducirse en un ambiente en el que se quedaría hasta su jubilación en el 2016.


En cuanto a los posibles obstáculos geográficos con los que se pudo haber topado, le preguntamos a Amalia si alguna vez se sintió afectada por estar enseñando en la provincia del Chaco, lejos de las capitales del conocimiento. La docente reconoció que nunca se quedó atrás y siempre supo proveer a sus alumnos con las mejores herramientas disponibles en el campo de las ciencias sociales. Sin quedarse rezagada a pesar de la distancia en relación con los centros donde la actualización de contenido llegaba primero. La profesora superó los posibles impedimentos geográficos y estuvo a la altura de sus colegas no solo nacionales sino también internacionales. La participación en un estudio de la Universidad de Harvard, y la presentación de trabajos en diferentes congresos en países como Perú, España, México, Portugal y Colombia, permitieron a Amalia no solo desarrollar su potencial sino afianzar aún más su vocación como docente.


“¿Por qué era mi amor la enseñanza?” Una pregunta que se planteó a sí misma la entrevistada, reflexionando quizás sobre todas las decisiones que habían llevado a que se desarrolle como docente ¿la respuesta? Una pintoresca explicación sobre tres de sus estudiantes y la formación de saberes:


Si ustedes me preguntan hoy ¿Cómo eran tus alumnos? Yo puedo decir bueno mis alumnos eran Francisco, Analía y Maite ¿Por qué digo eso? tenía tres alumnos que hasta el día de hoy yo los recuerdo y que cada vez que yo volvía a dar clase estaban allí presentes. Francisco era un chico que se recibió de profesor y después fue rector de un instituto de nivel superior y que realizó un posgrado donde lo volví a tener de alumno. Bueno, Francisco era un chico común, pausado y se sentaba siempre en la primera fila, los tres siempre presentes ahí; él me miraba con mucha atención mientras yo bueno, explicaba lo que tenía que explicar, y bajaba la cabeza. Cuando él bajaba la cabeza era porque me iba a preguntar algo, me iba a interrumpir. Yo ya lo conocía así que cuando inclinaba la cabeza siempre lo miraba y le decía ¿Qué pasa Francisco? Tuve una relación muy fuerte con Francisco. Al lado de él se sentaba Analía, una chica delgadita y que era rápida y era de esas alumnas que enseguida empieza a poner en relación ideas, pero un “torbellino de ideas”, excelente, siempre me acuerdo de ella. Y Maite, que fue auxiliar docente después en mi cátedra, ella los miraba a los dos, se sonreía y era esa persona que retoma lo que dijo Francisco, ese torbellino de Analía y generaba esa especie de idea o significado mediador de aquello que estábamos discutiendo.

Un profesor cuantos más alumnos que interactúan tenga se siente mejor porque le permite desarrollar mejor la clase, se genera esa discusión e interacción de ideas, entonces uno como profesor percibe algo que lo lee en los libros y qué decís ¿Cómo será eso? Percibe cómo se va conformando ese conocimiento colectivo por la interacción grupal, como el conocimiento va generando una realidad que en principio parece una descripción teórica que no tiene nada que ver con lo que a diario vemos, y, sin embargo, esa comunicación que se crea entre sujetos va conformando una red de significados que permite avanzar y circunscribir los problemas. La primera vez que me di cuenta de eso me quedé extasiada”.


Teletransportándonos a las aulas que solíamos habitar, Martini recalcó varias veces la importancia de la introducción del docente en las intervenciones que hacen los alumnos y su rol como sostén o dispositivo que permite en primera y última instancia dicho espacio de intercambio.


En cuanto a su condición de mujer en el ámbito académico ella nunca percibió una distinción muy tajante respecto de sus contrapartes masculinas. Al insertarse en la docencia, un espacio que solía ser predominantemente femenino se encontraba en “su lugar”. Sin embargo, “siempre hay un privilegio de lo masculino por sobre lo femenino” reconoció. A pesar de esta triste realidad, “la mujer poco a poco va encontrando lugares, y hay que pelear por mantenerlos”.


Su perspectiva sobre la cuestión de género en la academia -esta tensión constante entre lo masculino y lo femenino- no invalida las experiencias de numerosas mujeres en esta área. En su trayectoria como docente ella no permitió que esto se le presente como un obstáculo insuperable. Amalia a lo largo de su vida, por su ética laboral, su amor por la profesión, su arduo esfuerzo y sus logros alcanzados, nunca percibió un trato diferente por ser mujer o al menos nunca le dio relevancia a ese hecho. Ese privilegio de lo masculino sobre lo femenino nunca pudo frenar o entorpecer sus pasiones ni sus ambiciones.


Amalia Martini influenció la forma de enseñar de cientos de personas. El trabajo de toda su vida da ahora frutos en distintas partes del país y del mundo. Esta docente chaqueña ha sabido no solo superar obstáculos administrativos, de género y geográficos, sino que ha logrado cumplir sus sueños y seguir su vocación convirtiéndose en una verdadera historia inspiradora para las personas que la conocen. Mujer, estudiante, madre, docente y abuela, Amalia invita a reflexionar no solo sobre el actual lugar de las mujeres en las instituciones educativas sino también observar a nuestras antecesoras y preguntarles ¿Cómo fue tu experiencia en la academia?





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