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  • Sofía Pileggi

No tiene que ser una buena serie, solo hacer cosas buenas

Actualizado: 17 abr 2021

Detrás de su fachada la serie original de Netflix, The Politician, esconde su verdadero potencial.


POR SOFÍA PILEGGI


Hace poco menos de un año se estrenaba la primera temporada de The Politician, una producción original de Netflix de la mano de Ryan Murphy (American Horror Story, Glee). Por esa época, en una de las típicas tardes de invierno en Buenos Aires, salí con una amiga a caminar por el centro y las dos nos sorprendimos después de pasar por tres publicidades distintas de la serie en menos de diez cuadras. En mi caso, la había visto pero no sabía que fuera un estreno tan importante. Los pocos comentarios que había leído parecían estar de acuerdo en que no era de lo mejor del catálogo.


Cuando mi amiga me preguntó si valía la pena, no supe qué decirle y se la describí de distintas maneras: una comedia, un drama, una sátira. También le dije que podía ser un poco surrealista e incluso molesta, pero que me había reído, me había enganchado y la había terminado en menos de dos días.


Y lo cierto es que The Politician existe de todas esas formas, armónicamente. Después de esa tarde me quedé pensando en mi respuesta y la volví a ver. Al final, decidí que me gustó.


¿Es buena? No lo sé, pero me gustó.


The Politician es orgullosamente caótica


Payton Hobart decidió muy temprano en su vida que iba a ser Presidente de los Estados Unidos. Es por eso que su último año de secundaria se trata de entrar a la más prestigiosa universidad del país, ganar las elecciones para presidente estudiantil y sentar un buen precedente como candidato presidenciable… pero, también, de conjugar una vida de privilegios con una de rechazo afectivo, navegar el odio por uno mismo, descubrir el sentimiento punzante de la culpa y, por qué no, entender que aspirar a ser presidente no es una personalidad.


The Politician bien puede aparecer en el ecosistema de los originales de Netflix apenas como una comedia dramática light con un productor y un par de actores y actrices conocidos. El problema para sus críticos es que esconde más que eso.


En una jugada brillante, se presenta como una historia sobre personas que solo quieren ganar; ganar elecciones, sí, pero también ganar aprobación, ganarse a sus pares, ganarle a alguien más. Es casi una metáfora: de la misma manera en que los personajes son capaces de cualquier cosa por su propio beneficio, el guion fuerza los límites de la credibilidad para hacer avanzar la trama… y le sale bien.


La genialidad está en que hace propia esa imagen desmesurada. La clave de su éxito está en cada elemento ridículo, en cada estereotipo y cada personaje exagerado: los millonarios y egocéntricos hermanos de Payton, los políticos adolescentes siempre con un pie en la ilegalidad, la caricaturesca y exasperante madre que interpreta Gwyneth Paltrow. ¿Cómo juzgar su ejecución si son la razón para seguir viendo hasta el final?


Autenticidad y la promesa del futuro


Los creadores de The Politician podrían haber moldeado personajes genéricos, confiando en que la audiencia simpatizara con ellos por el simple hecho de ser los protagonistas… o los odiara por ser los villanos. No fue así.


Mostrar la peor y más sincera cara de todos significa que, cuando aparecen, los signos de vulnerabilidad, de lealtad y de bondad tienen el doble de fuerza; son signos que no cancelan defectos, errores o decisiones equivocadas, sino que los complementan en la construcción de personalidades complejas con posibilidades infinitas en temporadas futuras.


Es esta maniobra lo que consolida el atractivo de The Politician y lo que diferencia a su primera temporada de otras comedias high school.


En un momento en que todo vale con tal de que una serie siga emitiéndose por diez años, The Politician es una apuesta jugada, pero exitosa; una historia que no reniega de lo que es, sino que busca reinventarse; una sátira de la elite californiana y el mundo de las campañas políticas, del marketing y la opinión pública, de los adolescentes y la obsesión con la imagen personal.


Aun en sus excesos logra ser auténtica gracias a un recurso no tan nuevo: en lugar de la estructura, más clásica, que enfrenta a “los buenos” contra “los malos” (a la Lord of the Rings), se inclina por personajes moralmente grises (a la Game of Thrones)... en la mayoría de los casos (en otros, diría que nada puede redimirlos). Sus personajes mienten, se engañan, conspiran, se traicionan, se ¿envenenan? Y cualquiera de ellos podría ser el favorito de la audiencia.


Este no es un detalle menor porque la dinámica entre ellos se vuelve atrapante en la medida en que está atravesada por sus conflictos con sí mismos. ¿Un ejemplo? El eterno debate entre Payton y River: ¿qué importa más, ser buena persona o hacer cosas buenas?


Podríamos hacernos la misma pregunta sobre The Politician. Es cierto que puede no seguir los estándares que hacen de una serie la favorita de la crítica. Puede caer en esa indefinible zona gris entre drama y comedia y tener momentos musicales tan emotivos como irrelevantes para la trama. También es cierto que, detrás de esa fachada de frases elaboradas y personajes autoindulgentes que es su sello personal, tiene buenas cosas que ofrecer: reflexiones sobre identidad, sexualidad, amor (y amor propio), felicidad y privilegio; una línea argumental sólida; personajes movidos por motivaciones concretas y no por las idas y venidas de una trama sin sentido; y el talentosísimo Ben Platt, que desaparece bajo trajes y corbatas para transformarse en Payton y sin esfuerzo convence de darle un voto de confianza a su historia.


No estoy tan segura de que su primera temporada llegue a contar una historia de crecimiento personal. No creo que sus personajes hayan logrado distanciarse del todo de las personas que eran en los primeros episodios, que se haya profundizado en las historias de los secundarios tanto como merecen, ni que los guionistas hayan explotado todo el potencial de la serie. Sí creo que ese potencial existe, y que haber arrojado a los protagonistas en el mundo adulto da pie a una segunda temporada con todas las condiciones para reforzar los aciertos y saldar las deudas de la primera.


Al final, no hay crítico que pueda recriminar algo. “Prometemos un déficit moral”, se leía hace un año en uno de las publicidades alrededor del mundo. “Prometemos un candidato al que puedas amar y odiar”, decía uno que vimos mi amiga y yo.


“Prometemos prometértelo todo”.


Bueno, cumplieron.


*La segunda temporada de The Politician está disponible en Netflix desde el 19 de junio.


 

Sobre la autora


Sofía Pileggi


Ciencias Sociales. Futura muchas cosas. Slytherclaw. History geek y fundamentalista de la cultura pop. Cuento historias. En orden: Volver al futuro, Orgullo y prejuicio (2005), Thor: Ragnarok. 


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