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LAUTARO CASTILLO

Star Wars: La parodia de Skywalker

Actualizado: 17 abr 2021

¿Cómo seguir amando la entrañable saga luego del fiasco de su último episodio? Les dejamos nuestra operación de rescate.


POR LAUTARO CASTILLO


No pienso malgastar mi tiempo ni el del lector con una pieza de opinión acerca de una película que ya, a ésta altura del partido, no es de interés general. Tampoco pretendo meterme en sus engranajes internos, como detalles del guión, la estructura, la música o el ritmo: merecen ser ignorados por su naturaleza mediocre, aunque es probable que las comente al pasar para probar los puntos a continuación. Si quisiera concentrarme en lo primero, más que un artículo debería escribir un análisis y enviarlo directamente a la inacabable pila de críticas de la última de Star Wars que ya no le importan a nadie. Por lo tanto, lo que principalmente quiero hacer hoy es utilizar éste largometraje para, a partir de sus fracasos (si es que de algo sirven), reivindicar el espíritu de la Trilogía Original de La Guerra de las Galaxias, manteniendo los niveles de negatividad alrededor de éstas líneas relativamente moderadas.


Star Wars: El Ascenso de Skywalker es el “épico” final a la saga que inició en mayo de 1977, cuando Jimmy Carter era Presidente de Estados Unidos, el Internet no existía y el disco todavía era un género musical relevante. Más de cuarenta años pasaron desde que la película original y sus dos secuelas revolucionaron el mundo cinematográfico. No hace falta enumerar las precuelas, secuelas, spinoffs, series de televisión, cómics, libros, videojuegos y juguetes para explicar el hit crítico y comercial de la imaginación de George Lucas y su equipo. Sin embargo, éstas no nos alcanzan para dimensionar su impacto cultural en Occidente. Ahora, ¿cómo le fue en estos términos a la última película? Podríamos decir que fue un éxito comercial, pero en cuanto a lo cultural termina opacada por sus contemporáneas y por las predecesoras de su misma franquicia. ¿Qué fue lo que ocurrió?


Primero, de una manera no tan importante, la cinta está influenciada por otras de su mismo tiempo, específicamente, Los Vengadores. Meses antes del estreno de El Ascenso de Skywalker, tuvimos en cartelera Avengers: Endgame, otra conclusión a una saga que ya llevaba 10 años en producción. Está claro que, en busca de replicar ese hito, la gente de Disney probó una fórmula similar para La Guerra de las Galaxias: pretendieron que todos los personajes que se puedan introducir y reintroducir en la historia hagan un viaje por la trama a una velocidad frenética, para finalizar en un tercer acto explosivo con una flor de batalla para darle un cierre con un moño a una historia de varios años. ¿Se notan las similitudes, no?


El problema surge cuando vemos que el enfoque de éstas dos franquicias es distinto: en Marvel, aunque sus películas muchas veces tratan de personajes y sus vivencias particulares, hay un enfoque en la historia más abarcativa de la cual todos forman parte: las Gemas del Infinito. Por otra lado, Star Wars se compone de historias íntimamente personales, de los periplos de cada uno de nuestros héroes. En segundo plano queda la historia que los une y donde se encuentran. Está más que claro que, aunque no estén tan bien desarrollados, nos interesa mucho más qué les ocurre a Rey, Finn y Poe que los conflictos bélicos de proporciones galácticas de la Resistencia y la Primera Orden. Por lo tanto, querer cambiar el foco del clímax de los personajes que veníamos siguiendo en otras dos ocasiones a algo que siempre estuvo un plano más atrás, simplemente, no funciona. Irónico: la saga que por su éxito dejó el camino preparado para el triunfo de las películas de superhéroes de hoy, terminó teniendo su ritmo marcado por éstas.


Lo segundo, lo cual considero mucho más grave y marcó a fuego ésta última trilogía, es el hecho que ni la trama, ni nuestros nuevos personajes, ni los guionistas (a excepción de Los Últimos Jedi) pueden desprenderse de la Trilogía Original. Y no me refiero solamente a las referencias hechas para los espectadores, que constantemente necesitan que se les recuerde que están viendo algo parecido a lo que vieron en los ‘70 y ‘80, lo cual ya es en sí bastante insoportable; sino a la connotación que se le da a lo viejo, que es aún peor. Se trata a las películas originales con un respeto digno de ser llamado purista, una veneración fundamentalista que termina siendo contraproducente. Tenemos aquí una trilogía (o por lo menos dos de tres películas) que adoran todo lo que fue establecido previamente a ellas, no pudiendo avanzar en nuevas e interesantes direcciones que, para bien o mal, cuestionen lo que vino antes.


Al final del día, nos terminamos encontrando con una historia con poca imaginación, que necesita de lo que vino antes para siquiera tener algo para decir. Entonces, los personajes que fueron introducidos recientemente no van más allá de su premisa. Y no solo los nuevos, sino también aquellos que ya conocemos. Kylo Ren vuelve a construir su máscara, la cual ya había destruido; Rey todavía sigue pensando acerca de sus padres; el único desarrollo que tuvo Finn fue en la primera película y ahora no es más que un espectador de sus pares; Leia continúa siendo la comandante de los ejércitos de los buenos y Han Solo volvió a su antigua carrera como contrabandista. Todo el tiempo más de lo mismo, es conformista.


Planteados estos dos puntos, ¿qué fue lo que faltó? En una trilogía donde las tres películas se pelean entre sí por el camino que tomará la trama, podemos decir que no hubo un plan desde el principio, lo cual fue letal. En la primera película, está claro que se establecen algunos elementos a expandirse posteriormente en las dos secuelas, como por ejemplo el antagonista que debería ser el obstáculo del clímax o contar dónde se encontró la espada de Luke Skywalker. Sin embargo, vemos que no se hizo nada con ello. Claramente introducir un arma en el primer acto para no darle un sentido en el tercer acto e introducir un villano en el primero, matarlo en el segundo y reemplazarlo por otro (el cual técnicamente funciona de la misma manera en el tercero) es un indicador de que nadie se sentó a pensar el cuento con mucha antelación.


Quiero hacer un paréntesis en el problema del sable de luz: considero que las películas de Star Wars iniciaron y deberían continuar siendo historias autoconcluyentes. Por ésto me refiero a que aquellos que trabajan en ellas no pueden pretender que la audiencia esté también pendiente de una serie de televisión, el número de un cómic o de lo que fuera para construir una historia coherente. Creo que el rompecabezas narrativo no debería nutrirse de otros recursos para armarse, sino que éste debería estar a nuestro alcance en un solo lugar, en este caso una película. Por supuesto que, como siempre existieron, no está mal que haya también complementos a la historia. Por ejemplo, ya en 1977 existían cómics que expandían o le sumaban a la trama de la película original, pero no eran necesarias para comprenderla, porque ésta ya contaba todo lo que pretendía. Digo ésto porque supuestamente se explica el regreso del sable en un cómic, y nunca faltan aquellos que dicen “tal cosa que para vos estuvo mal toma más sentido cuando vas a mirar la otra que no miraste entonces no entendiste”.


Ahora, reconozco que Una Nueva Esperanza es una película autoconcluyente por el hecho que no se sabía que habría una secuela en 1980. Sin embargo, lo que hace tan bien El Imperio Contraataca es utilizar lo que vino antes y expandir el universo de Star Wars y sus personajes en una forma coherente, dejando el camino hecho para la conclusión en El Regreso del Jedi. Los guionistas de la trilogía de Disney tuvieron que haber tomado nota de ello, pero como no fue así, impresionan lo diferentes que son las tres películas de la última trilogía, tanto en la manera de contar la historia como en hacia dónde van. La Trilogía Original tiene un ritmo tan orgánico que el espectador apenas se da cuenta que fueron dirigidas por tres personas distintas. Ésto me lleva a pensar que la “trilogía de secuelas” no tiene mucho de secuela, hasta me parece extraño llamarla de esa manera, y considero más apropiado utilizar términos como remake o reboot. El Episodio V, considerada una de las mejores secuelas de todos los tiempos, no repite a su antecesor ni le toma prestado, sino que avanza sobre él y hasta cuestiona sus ideas, llevando a nuestros personajes a nuevos desafíos. Entonces, al comparar una secuela con toda la “trilogía de secuelas”, vemos que desde el inicio fue errado reutilizar las ideas de los personajes y el guión de Una Nueva Esperanza para hacer El Despertar de la Fuerza; no se debió tratar a las secuelas como una especie de “soft-reboot”. Solo Los Últimos Jedi, segunda película de la trilogía, intentó ser una secuela competente e interesante para la audiencia, pero es víctima de la falta de un plan, por lo que condenó también al Episodio IX a un final tan desastroso como el que vimos.


Tanto pensar en imitación y copia de guiones anteriores para hacer películas “nuevas” me hace llegar a la conclusión que Star Wars se convirtió en una parodia. En vez de estar a la vanguardia del cine y de la ciencia ficción como en un principio, acabó imitando a otros éxitos de su momento y copiándose a sí misma. Todo esto ocurrió cuando los artistas al frente del proyecto dudaron de sí mismos y le creyeron a sus superiores: ejecutivos del estudio que reunieron focus groups para hacer los largometrajes más cómodos y menos desafiantes para la audiencia posibles, todo para replicar un éxito de taquilla de hace más de cuarenta años, perdiéndose la posibilidad de contar la continuación a la saga más importante de la historia del cine. Lo que se terminó contando fue una vieja historia disfrazada de novedad, en lugar de viajar hacia lo excitante y lo desconocido. En vez de tener una trilogía con ideas originales, construyéndose renglón a renglón en un guión con una trama satisfactoria y autoconcluyente, con personajes nuevos con los cuales podamos identificarnos, nos quedó una burda repetición de algo que ya conocíamos, pero sin el contexto para que cobre sentido.


Realmente es una pena, porque los elementos básicos para un episodio de Star Wars están, y eso fue lo que hicieron: un episodio de Star Wars. Ahora, es aquí donde entra la parodia: destilan todo lo que es y significa ésta saga a su forma más primitiva, pero al mismo tiempo la llevan a la exageración y a la literalidad, de una manera que alguien me describió como obscena. Es casi (y lo digo muy generosamente) como si hubiesen puesto un escritor que nunca vio con atención La Guerra de las Galaxias, pero que más o menos tiene una idea de qué se trata: espadas láser, rayos que destruyen planetas y un tipo vestido de negro estilo samurai con un respirador. Quizás con un poco más de imaginación y unos escritores competentes se podía llegar a algo que no de vergüenza ver. Terminamos viendo Scary Movie sin siquiera haber visto Scream, pero ésta vez ni siquiera es gracioso. En El Ascenso de Skywalker, cuando se terminaron las ideas a partir de las cuales “tomar prestado”, no hay lugar adónde ir más que hacia adelante, pero para ese entonces ya se acabó la cinta.


El final de la saga por lo menos tiene la generosidad de dejarnos una linda metáfora, la cual resume el lugar donde terminó la franquicia. Nuestra protagonista Rey, en vez de continuar con su historia entrenando a la siguiente generación de Jedi, paradójicamente, se encuentra al principio: en la granja de Tatooine, un lugar ya visiblemente olvidado y abandonado por el tiempo. Continúa apegada a personas que ya partieron, en busca de respuestas que nunca va a poder encontrar, sin crecer y sin poder superar sus problemas del pasado. Rey no solamente se apropia del apellido Skywalker, sino que también entierra las espadas de Luke y Leia en el lugar que Luke siempre odió y del cual se fue para convertirse en alguien y no regresar jamás. En ese afán de querer reconstruir una de las historias más importantes de la contemporaneidad, se destrozó su legado: ser quien uno desea ser enfrentándose al destino, añorar lo nuevo y el futuro, y dejar atrás lo viejo y lo conocido.


 

Sobre el autor


Lautaro Castillo


Crítico sin marco teórico.


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